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Unas horas después de padecer el ánimo bajito que transmitieron unos Premios Goya del cine español sorprendentes y tranquilos, (¿dónde estaban los del 'No a la guerra' con el presidente y un montón de ministros a tiro -nunca mejor dicho- y nuestras fragatas en ... el Mar Negro? Además fue una ceremonia tristona con la pandemia inconclusa y 'Negra sombra' sonando con la maravillosa Luz Casal) hubo que afrontar entonces con ese espíritu bajo, las elecciones autonómicas de Castilla y León con la misma atmósfera sosa que el invierno y la 'depre' ayudaron a oscurecer con el frío entrecosturas. Bien es cierto que las elecciones estaban plagadas de incertidumbre, lo que al menos proporcionaba cierto interés.
Por un lado, se apreciaba el bloque de la derecha con el PP al frente, antiguo propietario, que parecía estar desinflando el suflé de diciembre cuando se convocaron los comicios. Por otro, el bloque de la izquierda donde Podemos se convirtió en No Podemos y fue mucha la soledad del PSOE autonómico, que sin ayuda, perdió claramente las elecciones. Podemos no era un suflé bajando, es que se había ido al suelo desde la bandeja inestable del populismo sin hueco en ninguna de las 17 porciones de la tarta autonómica. Habrá que incorporarlo al capítulo de la 'Cofradía de los del tuvo' junto a Ciudadanos: tuvo ideas, tuvo votos, tuvo oportunidades... pero ya no están. No se puede en ambos casos dar tantos bandazos, concitar tantas promesas incumplidas, conspirar en tantas trastiendas y engañar en tantos despachos y que salga gratis, sobre todo si sus respectivos líderes populistas, carismáticos y desvergonzados lo único que pretendían era vestirse de popularidad y dedicarse a sus labores lucrativas en la calle.
Mirando la historia de España desde Castilla y León, abundante y decisiva en todos sus poros, podemos recordar que en Valladolid, el 19 de octubre de 1469, el príncipe Fernando de Aragón y la princesa Isabel de Castilla se casaron clandestinamente y pasaron su luna de miel en el Castillo de Fuensaldaña de los Alonso de Vivero, que después sería sede temporal de las nuevas Cortes de Castilla y León.
Ahora, nuestra moderna historia, repite también oportunidad de boda en Valladolid, que aloja las Cortes renovadas y la posibilidad de un nuevo casamiento, ya en un moderno edificio, lo que puede convertirse en unión decisiva para la gobernabilidad de España con el bloque de la derecha caminito de Madrid y de la Moncloa previo viaje de novios por Andalucía. También Felipe II se llevó las Cortes a Madrid. Cuánta similitud si PP y Vox consuman su unión casándose: si así lo hicierais que Dios os lo premie y si no que os lo demande. Que lo demandará a sus líderes sin duda si lo convirtieran en una oportunidad perdida. Vaya si se lo demandará.
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