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No, no voy a hablar de la bofetada que Will Smith le dio a Chris Rock en la ceremonia de entrega de los Oscar. Es evidente que estuvo mal, muy mal. Eso lo sabe cualquiera que tenga dos dedos de frente y haya leído algún ... libro en su vida. Lo llamativo es que sobre una bofetada se haya escrito tanto. Yo creo que si juntásemos todo lo que se ha escrito sobre el célebre guantazo nos saldrían unos veinte volúmenes de mil páginas cada uno. Y en audio, unas cien mil horas de grabación. De repente una bofetada roba el 'prime time' a las balas, los tanques, las granadas, las bombas y los misiles de Putin. Ojalá la guerra de Ucrania fuese a bofetadas, sería maravilloso.
A Putin la gente le tiene miedo. A Will Smith y a Chris Rock y a Jadda Picket, no. Ríos de tuits en las redes sociales sobre la masculinidad tóxica de Will Smith. Y ríos de tuits sobre la alopecia y la inmoralidad de reírse de una enfermedad como la que padece Jadda Picket. Ríos de tuits proponiendo castigos y penas. Ríos de tuits queriendo cancelar a Will Smith, cuando el problema que tenemos es cómo cancelar a Vladímir Putin, que es el incancelable. En el fondo, Twitter sacia nuestro deseo de linchamiento.
Más que la bofetada, lo que no soportamos son a los multimillonarios de Hollywood, y necesitamos arruinarlos a la mínima oportunidad y nos importa más eso que los niños que mueren en una guerra. Nuestro sentido del bien y del mal lo fabrica la televisión e internet. Nuestra indignación es un algoritmo. Esa bofetada se vio miles de veces en las televisiones del mundo. Hice una pequeña encuesta entre mis amigos. De diez amigos y amigas, solo una no se había enterado de la bofetada de fama planetaria. A esa amiga le di un beso. Esa amiga, en su adanismo mediático, salvaba la humanidad entera. Yo pienso que Putin, en alguna medida, sabe que las democracias occidentales no distinguen qué es lo prioritario y en el fondo tienen miedo, mucho miedo. Solo así puede explicarse que una bofetada ridícula eclipsara por unos cuantos días los crímenes de guerra que se están cometiendo a tan solo unos kilómetros de la frontera de Polonia.
Las televisiones se alimentan de estridencias. Ahora las estridencias duran cinco minutos. Cada cinco minutos tiene que haber un linchamiento, para que la guillotina esté bien engrasada todo el rato. Estamos felices: hemos cancelado a Will Smith por una bofetada mientras Vladímir Putin arrasa Ucrania entera sin que nadie le cancele cientos de asesinatos.
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