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El comportamiento social de las masas es, casi siempre, reflejo de lo que nos hemos proporcionado a nosotros mismos desde su interior o en su cercanía. Está claro que merecemos de algún modo el resultado nefasto cuando este se produce, como es el caso, sobre ... todo en situaciones y conductas masivas en número que, por lo tanto, aumentan la capacidad potencial de agresión hacia la persona o hacia el colectivo que usualmente practica la consabida monserga del «no atiendo a razones» que pocas veces funciona bien y que hace desaparecer la cordura y muchas veces hasta el respeto.
Lo hacen ante nosotros esgrimiendo gestos antisociales sobre todo de los jóvenes, «que se apuntan a un bombardeo», estropeando la convivencia con los demás y la salud de los más vulnerables, demostrando cómo la sociedad, en muchas ocasiones, practica esa yenca de «pasito adelante-pasito atrás» para reconducirse. Lo malo es que en esta ocasión el pasito atrás es kilométrico cuando se ejercita quizá el más desagradable entre todos los de joven adquisición de esta era marcada por el uso de nuevas tecnologías para las llamadas traicioneras a la concentración botella en mano. Lo que se conoce por «botellón», que hoy ocupa el espacio de lo que podríamos llamar «capítulo de nuestras peores costumbres», que además, asumimos, lo que ya es el colmo.
Todo se facilita desde la promulgación incansable de leyes de carácter ideológico llevadas a efecto con nocturnidad aprovechando la oscuridad informativa de estas fechas y además a través de la alevosía de Proposiciones de Ley que no tienen que soportar la crítica o el retoque legislativo y constitucional. Cuando alguna vez se produce «el mal está hecho», y el endeble refuerzo de la legislación deja suturas mal cosidas por las que se cuela toda la desolación.
No es ya que quieran hacer desaparecer los toros, la caza, la Semana Santa, la composición familiar, la monarquía... socavando a martillo, con ritmo, muchas de nuestras tradiciones, sino ahora también la Nochebuena y su significado familiar y gozoso con el mensaje de paz que transmite en el recuerdo del nacimiento de Jesús. Se la quieren cargar por su connotación familiar transversal dado que siempre fue de todos y de todas las familias, creyentes y no creyentes, y eso molesta para convertirse en un objetivo de caza mayor.
De paso que quieren cargarse Cazorla o la reserva de Picos de Europa y su paraíso cinegético quieren influir en nuestros jóvenes, sobre todo en los que están en la plena berrea de esa edad peligrosa/susceptible de la adolescencia, objetivo principal de algunos ministerios promoviendo o prohibiendo a conveniencia a través de leyes que buscan desinhibir la conducta actuando sobre principios y costumbres de hace siglos y no estamos hablando precisamente del Toro de le Vega de Tordesillas.
Se trata de convertir una fiesta religiosa de felicidad para las familias cristianas en un jolgorio indeseable, facilitando un botellón juvenil descarado que bien debiera de trasladarse a fechas adecuadas de carnaval o de verbenas laicas. Ahora esos grupos sólo buscan la facilitación de la ingesta masiva de alcohol en los jóvenes y la adquisición de un desplante social indiscriminado de imprevisibles consecuencias.
En las páginas de este mismo periódico se nos contó recientemente con nítidamente los excesos de alcohol a empellones del día de Nochebuena poco antes de la hora de comenzar la tradicional cena familiar. Ese ritual de sentarse a la mesa juntos y comer juntos también al día siguiente, roto por la provocación y el relato barato del «qué bien lo paso» que al joven habría que explicarle a la perfección que eso tiene límites para la convivencia y la familia e incluso para el disfrute de sí mismo y que puede transformarse en frustración fácilmente.
Les sugeriría a todos esos jóvenes que prueben a cantar en la calle -dado que los de la botella también saben hacer cosas peores en el exterior, como quedó demostrado en las imágenes retratadas- algo así como lo que rapeaba un conocido personaje de forma espontánea y mal objetivo que titulaba «botellón, botellón, mala decisión». Siempre ayudaría un poco para próximas ocasiones mientras sobrellevan la resaca.
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