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Mucho tardábamos en escurrir el bulto. ¡Qué bien nos viene un botellón para lavarnos las manos de nuevo de nuestra incompetencia política! Tan ciertas son las imágenes que vemos mil veces repetidas como las que no vemos ni una sola vez. Algunas imprudencias ... o errores sirven para señalar a toda una generación. Es sorprendente que ahora el foco esté colocado en los jóvenes y su falta de responsabilidad nocturna. Seguramente en Grecia o Italia no hay juventud y los pocos que hay son cartujos en Meteora o en el Vaticano. De otra forma no se entiende que la nueva ola la tengamos ya aquí empapándonos hasta el tuétano. Y, por cierto, aquí ninguno ha tenido dieciocho años. Pasamos de las canicas y las Barbies al curre en la Caixa y en el Covirán, así del tirón. Porque si no tienes un euro haces botellón, si estás forrado haces fiestuqui en el yate de Ibiza o el chalé de Piluca. Las consecuencias, las mismas, pero el daiquiri contagia menos que el cubata de Larios del badulaque. Curiosamente, Cantabria encabeza la lista de desempleo juvenil de toda España, pero eso es peccata minuta.
En Iberia lo de tropezar varias veces durante la misma pandemia parece que lo llevemos a gala. Aunque los italianos se lleven la fama, anárquicos donde los haya, con la primera en la frente han tenido bastante. Pero nosotros no, erre que erre. Y aunque quiero creer que ya no cuela que seamos ejemplares en nada en este tema, tampoco quiero pensar que poniendo el focus mediaticus en jóvenes o emigrantes, la caterva de gobernantes con responsabilidad en el asunto se vaya de rositas y además la plebe les hagamos los coros. ¿Cuál es el verdadero contagio de rebaño? Ya tenemos chivos expiatorios: jóvenes botellonistas, cruceristas de patera, temporeros campestres, currantes de batalla... Esos mismos jóvenes que hoy estigmatizamos y ponemos en el paredón mediático son en gran medida el corazón de las redes de ayuda ciudadana de este país, tan cainita como solidario. Ya se nos ha olvidado lo rápido que se sucedieron las llamadas fases. Tan pronto confinados en la 0,5 y al poco aparecimos en encuentros en la tercera fase. Y venga rapidito y de vacaciones todo quisqui que se nos pasa la paella. Pero si aquí se hizo todo fenomenal... El confinamiento fue ejemplar, la 'desescalada' de manual y ahora estamos en la normalidad más novedosa. Entonces, no cabe duda, lo de la Spania es una maldición divina. Y yo que creo -iluso de mí- que la gente de andar por casa, la que sale en zapatillas a tirar la basura o la que en verano ve poco la tele, esa gente es prudente porque sabe lo que se juega en la partida: la salud, la familia y el trabajo. En ellos todavía confío.
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