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Hablan estos días de Brasil y de aquella delantera de 1970: Jairzinho, Gerson, Tostão y Rivelino. Y Pelé. Fueron campeones del mundo. Ahora, Pelé ha muerto y ya es leyenda. Aunque, en realidad, siempre lo ha sido. Hasta la semana pasada, era el único con ... vida del cuarteto de ases unánimemen- te aceptado como el mejor de la historia. Pelé, que ganó también los mundiales de 1958 y 1962, acompaña a Maradona, Di Stéfano y Cruyff en el inmaculado monte Rushmore del fútbol. Messi, dicen, podría ser el quinto.
La muerte de 'O Rei' sucede, sin embargo, en un momento de zozobra cultural en el que pocas noticias sorprenden o emocionan al respetable.
El deporte y, en general, todas las actividades humanas que han sobrevivido a la cancelación, están profundamente vinculadas al presente y al negocio. El aquí y ahora, la actualidad más recalcitrante, sostiene el mundo y lo desplaza hacia la próxima aventura, en horarios de máxima audiencia. Los mitos necesitan otro ritmo y una imaginación capaz de cubrir las lagunas de la imagen. Pelé ganó mucho, pero apenas nadie fuera de Brasil pudo visionar su obra. La frialdad de las estadísticas fue suplida por la conversación o la fotografía. Y por la película borrosa de algún partido incompleto.
Hoy, las cintas remasterizadas confirman la calidad heroica del futbolista, sus mejores goles (incluso aquel famoso que no fue) y el talento incontestable de los equipos en los que fue guía y guinda. La sonrisa de Pelé y el fútbol como juego de pasión, mucho más allá de las filias y la violencia. La felicidad de un joven alzado sobre los hombros de un hincha, celebrando la victoria más grande, no es muy diferente a la del niño que marca un gol en una portería sin redes en cualquier cancha del planeta. No obstante, apenas tiene nada que ver con la evolución academicista y tácticamente gris de su deporte. Ni con los representantes o las cláusulas de rescisión.
Pelé está muerto y nos han sometido a una gran cobertura mediática, millones de tuits dolientes y a la inevitable actualización de Wikipedia. Es dudoso que las personas que no lo vimos jugar seamos capaces de comprender la magnitud de su figura eterna. Tenemos otros valores, un tempo diferente que nos obliga histéricamente al emprendimiento, la militancia o la autoayuda, olvidando los nombres antiguos y las viejas historias contadas en mesas de bar o gradas de segunda. Vamos a ver, estos días, muchas fotografías del Pelé jugador e ídolo. Pero, quizás, no podamos comprender, en toda su dimensión, el significado de su papel en el mundo, su destino bien cumplido: tejer sueños de fútbol.
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