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Hace años entendíamos que la diferencia entre zonas urbanas y rurales en Cantabria se basaba en que las primeras proporcionaban un estilo y estándar de vida más alto que las segundas. El mundo ha cambiado y dicha distinción ya no es tan clara pues la ... principal diferencia entre ambas zonas tiende a deberse al propio grado de concentración de la población.
Conocíamos hace días a partir de datos del INE que Santander y Torrelavega han mejorado su renta por habitante (14.219 euros la primera y 11.729 la segunda), pero mientras que en la 'zona norte' la primera solo superaba a Lugo entre las capitales de provincia, Torrelavega es la última entre ciudades de su tamaño. Ello explica cómo la propia brecha entre hogares más y menos pudientes en Cantabria se acerca ya a los cincuenta mil euros anuales. A su vez, de los diez municipios cántabros de mayor renta por habitante, son ocho los situados en la franja costera (Noja, Comillas, Arnuero, Laredo, Bezana, Santander, Miengo o Argoños; en una franja de 21.574-17.551 euros de renta por persona), por lo que se ha reducido la diferencia entre zonas del litoral y las del interior.
Más allá de que los municipios podamos compararlos según tengan un número de vecinos similar, pueden calibrarse las diferencias económicas (sociales, laborales o salariales) entre localidades de Cantabria y revelar así una brecha local nada desdeñable dado su fuerte impacto en los bolsillos de muchos hogares ya 'golpeados' por la inflación.
Técnicamente la brecha fiscal ('tax gap') es un concepto de importancia notable pues indica la diferencia entre la recaudación impositiva efectiva y la que debería obtenerse de un cumplimiento fiscal perfecto. Su propia estimación proporciona una información fundamental acerca del tamaño relativo y la naturaleza del incumplimiento fiscal, así como sobre su evolución temporal. Aunque para obtener resultados fidedignos si queremos estimar la brecha fiscal local cántabra es necesario contar con microdatos actualizados de los impuestos que administran nuestros municipios, podemos entender que dicha diferencia puede hacer que por una casa con el mismo valor catastral o por el mismo modelo de automóvil su propietario pague más del doble, dependiendo de si la vivienda está en uno u otro municipio o de si él contribuyente declara ese coche en una localidad o en la de al lado.
El propio Ministerio de Hacienda y Función Pública ha actualizado hace días la consulta de información impositiva local y en ella pueden consultarse nuestros 102 municipios. Buceando entre esa información el lector puede encontrar que hay diferencias fiscales abismales entre varios de ellos (Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), el de Vehículos de Tracción Mecánica, etc.).
Si ponemos, por ejemplo, el foco en dicho IBI, nos encontramos con que es la principal fuente de financiación local y es aplicado a la mayoría de contribuyentes pues una inmensa mayoría de ellos son propietarios de sus viviendas. Recordar aquí que la normativa establece abonar un tipo impositivo mínimo del 0,4 y un máximo del 1,10 y si vemos las estadísticas son mayoría los municipios que aplican dicho mínimo si bien algunos se acercaron al 0,75.
El tamaño del municipio importa y bastante para 'votar con los pies', aunque muchas veces las implicaciones para cada contribuyente son multifactoriales. Así, las localidades con tributación más elevada no siempre son las de mayor población, con excepción del caso de la del automóvil. Otro elemento de interés es cómo actúan de manera dispar los ayuntamientos al cobrar Plusvalías o el Impuesto de Construcciones, Instalaciones y Obras.
En resumen, la autonomía local es un motor económico de primera magnitud además de muchas veces tener que asumir competencias 'mpropias' (en emergencias, ayudas energéticas o vivienda, entre otras). Dadas las dificultades en deuda y liquidez que se avecinan a nivel general no está de más que confiemos en el buen hacer y criterio de dicho nivel local dada su proximidad a nosotros. Ya lo decía Katharina Schmid en su obra 'Diversidad y cohesión social' y es que «todas las personas tenemos una tendencia innata a confiar, interactuar y cooperar con aquellos que percibimos como más similares a nosotros».
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