Una breve historia de la igualdad
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ANÁLISIS ·
Confío en que avances parciales en la materia junto al progreso económico permitan retornar a la caída tendencial en este áreaTodos estaremos de acuerdo en que, al analizar determinadas situaciones concretas, en ocasiones tendemos a prestar más atención a algunos de sus detalles que al conjunto de las mismas; cuando esto sucede, solemos decir que «los árboles no nos dejan ver el bosque». Esto ocurre, ... por ejemplo, cuando preocupados por la inmediatez y/o gravedad de un problema, nos fijamos sólo en lo que ocurre aquí y ahora, y nos olvidamos de poner las luces largas. Casi siempre, sin embargo, adoptar una perspectiva temporal dilatada en nuestro análisis suele ser enriquecedor y contribuye a poder enfrentar mejor los problemas y dificultades del presente.
Este es el caso, entre otros, de muchos de los análisis actuales sobre la desigualdad económica y social en el mundo, un fenómeno que, como es bien sabido, se ha exacerbado en las últimas décadas. Un reciente libro de Thomas Piketty, del que este artículo toma su título, aborda precisamente este problema y nos ayuda a entender mejor su evolución a lo largo del tiempo.
Para comenzar, Piketty señala algo que todos sabemos, o intuimos, pero que, implícitamente, nos negamos a reconocer. Y es que, pese a los múltiples avatares de la historia (guerras, revoluciones, crisis, catástrofes naturales, etc., etc.), la desigualdad ha tendido a reducirse de forma tendencial, de manera que la distribución de la renta y la riqueza es, ahora y como norma, mejor que en el pasado.
Sea como fuere, y con la pretensión de no retrotraerse demasiado en el tiempo, Piketty pone de relieve que el avance sustancial en materia de reducción de la desigualdad -lo que el economista francés llama la «gran redistribución»- se produjo a lo largo del siglo XX, y más en concreto entre 1914 y 1980. El motivo, uno muy sencillo pero muy potente: el nacimiento, implantación y asentamiento del estado del bienestar (educación y sanidad públicas y universales, sistemas de pensiones, seguridad social), junto con el establecimiento de una imposición progresiva sobre la renta y la riqueza, que no sólo ha permitido financiar tal estado sino, también, reducir la concentración de la renta en los estratos más altos. Esto es y, se quiera o no, ha sido el activismo de muchísimos gobiernos durante mucho tiempo, lo que ha permitido dar saltos de gigante en materia de reducción de la desigualdad.
En las cuatro o cinco últimas décadas, sin embargo, la situación ha cambiado y, pese a intentos en contrario, la desigualdad no ha hecho más que aumentar de forma más o menos continuada. Según Piketty, y creo que una gran mayoría estará de acuerdo con su interpretación, tres factores son los principales responsables de que esto sea así: por un lado, la liberalización financiera que, entre otras cosas, nos llevó a la crisis de 2008 y a un crecimiento desmedido del desempleo y la pobreza y, por ende, de la desigualdad; por otro, la desregulación creciente en el funcionamiento de numerosos mercados y actividades productivas; y, por otro, la gran cantidad de «agujeros» (loopholes) que existen en materia impositiva, sobre todo a escala internacional, que benefician sobremanera a las grandes fortunas. El problema estriba, como subraya Piketty, en que los poderes políticos y económicos actúan, a menudo, de forma coaligada, lo que siempre va en detrimento de las clases medias y bajas.
¿Tiene solución esta nueva trayectoria alcista en la desigualdad global? Piketty cree que sí y propugna, para ello, el retorno a la progresividad y el fortalecimiento del estado del bienestar. En cuanto a lo primero, pone el acento en dos medidas: en un incremento significativo de los tipos impositivos a las grandes fortunas y a los perceptores de rentas muy elevadas, y en un impuesto global sobre la riqueza; en cuanto al segundo, propone extender el estado del bienestar más allá de las fronteras nacionales y abordar de forma decidida, y a nivel planetario, cuestiones como el cambio climático y la digitalización, que amenazan con dejar atrás a una parte sustancial de la humanidad. Piketty, con una visión que me parece demasiado optimista, considera que una transformación del sistema económico mundial en las direcciones apuntadas es posible. Pues bien, aunque, a mi juicio y dado que las posibilidades de alcanzar acuerdos globales sobre todo ello me parecen extremadamente reducidas, esto es más una ilusión (wishful thinking) que una realidad probable. Confío, no obstante, en que avances parciales en la materia junto con el inexorable(?) progreso económico permitan retornar a la caída tendencial (histórica) de la desigualdad.
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