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Desde su instalación en Barreda, hacia 1908, el Grupo Solvay inspira románticas estampas. En 'El Cantábrico' (17.XI.1926), en la serie 'Las mil y ... una tardes', Nostradamus (seudónimo) publica el artículo «¡Se ha desatado una campaña contra el honrado cocido!». Emprendida por el humorista-cumbre, don Wensceslao Fernández Flores, el cual mantiene que el cocido es estoposo y seco como el carácter castellano. Que el coruñés defienda el pote gallego irrita al comentarista local: «¡Meterse con nuestro cocido! El garbanzo es un feliz producto de la raíz por lo suave, y además ¡porque tiene una nariz que no estornuda jamás!». Localista a ultranza, éste considera el benemérito cocido una gloria nacional. Y redondea una estampa bucólica. «Cuando a las doce en punto, montado en su bicicleta, sale el obrero de la fábrica con rumbo a su tibio hogar, y, a la mitad del camino, le espera su tierna esposa, con la cesta de la comida, y ambos se sientan al pie de un árbol y se comen su cocido, los garbancillos y las alubiejas y el repollete y el choricillo y la modesta carne de coja, sábenles a gloria pura, a turrón de credencial, a miel sobre hojuelas, a sobao pasiego y a rosquilla de Reinosa». Retruque humorístico: «¡Eso será si la esposa echa azúcar al cocido... o si, porque se le antoja, la esposa, en su cocidillo, en vez de carne de coja, echa carne de membrillo!». La dialéctica sube de tono: «El puchero, o el cocido, en esta generación, ¡la mujer lo ha suprimido, por no arrimarse al fogón!». Con la apostilla de cierre: «Ha dicho usted una simpleza... ¡No ha suprimido el puchero!... Hoy, lo lleva en la cabeza, disfrazado de sombrero!». El puchero o el repollo por sombrero.

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