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Hay muchos cristianos que han decidido pasar desapercibidos en el ámbito social. Creen y practican en sus casas, en los templos… Pero convierten su vida religiosa en algo que pertenece al ámbito privado. Ante esta situación cada vez más frecuente hemos de preguntarnos con seriedad ¿ ... se puede renunciar a manifestarse como creyentes en el ámbito público y dejar de influir en los diversos ambientes sin graves perjuicios para la religión relegándola a la intimidad del ámbito privado?
Es verdad que en no pocas ocasiones nos encontramos con un ambiente hostil al anuncio cristiano, pero quizá es ahí precisamente donde más se necesita nuestro testimonio de fe amable, pero firme. Porque el silencio no apacigua de modo alguno la creciente intolerancia, sino que más bien le da más fuerza. ¿Cómo se manifestarán en público nuestra visión del ser humano y los valores cristianos si nos empeñamos en pasar desapercibidos? Comportándonos así lograremos que queden cada vez más relegados a la intimidad de las creencias subjetivas. ¿Qué sería de la humanidad si los cristianos desapareciéramos del mundo? ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar esto? El cristianismo ha contribuido muy eficazmente a que desapareciera la esclavitud en Occidente, a promover el descanso laboral un día a la semana, a promover la misericordia que, sin dejar a un lado la justicia, va más allá de ella, a defender la vida humana desde la concepción del ser humano hasta la muerte natural, etc…
Los cristianos no somos discriminados por pertenecer a la Iglesia, siempre que la fe se reduzca a un simple elemento cultural, sin pretender influir en la vida real. Pero si nos manifestamos como verdaderos creyentes con todas las consecuencias, pronto seremos tachados de extremistas y poco dialogantes.
Por otra parte, el clima social que nos rodea lanza a dar un paso más: no aguardar a que nos impidan manifestarnos como creyentes, nosotros mismos practicamos la autocensura, víctimas de un mecanismo interiorizado e inconsciente muchas veces de omisión y falta de testimonio. Sólo una vida de fe más profunda y una formación religiosa más consciente pueden superar el efecto intimidatorio y hablar más abiertamente sobre temas relacionados con la vida, el matrimonio y la familia desde una perspectiva cristiana.
No tengamos miedo a dar testimonio, a cambiar el mundo y a plantear debates. La Iglesia ha de ser el lugar del entusiasmo que nuestra sociedad necesita. No olvidemos que 'entusiasmo' viene del griego 'en-theós' que significa tener a Dios dentro. «Si Dios no existe, entonces no existe la verdad».
Lo que habría entonces son perspectivas individuales, pero no un ideal común, válido para todos. Como Nietzsche no aceptaba que Dios existiese, dedujo como consecuencia que no podía haber verdad. No era tan tonto como para no pensar que el resultado sería una tolerancia generalizada; así, dijo con claridad que la tolerancia era una convicción más, al igual que lo es la intolerancia. «La verdadera tolerancia, en cambio, supone que el hombre puede distinguir la verdad de la falsedad» (R. Spaeman).
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