Bulos y mascarillas

Las mascarillas no son estancas, ni siquiera las FFP2 y FFP3, que tienen mayor capacidad de filtración. Están diseñadas para permitir el intercambio de gases y retener únicamente las partículas, así que ni impiden la oxigenación pulmonar, ni la respiración, ni causan hipoxia.

Por supuesto, siempre que hablamos de mascarillas homologadas se trata de productos testados en los que no cabe la posibilidad de que se desprendan partículas susceptibles de ser respiradas. Debemos tener presente, dado que la picaresca no conoce límites, que la posibilidad de hacer buenos negocios puede hacer caer en la tentación de poner en circulación mascarillas que no cumplan con los mínimos requisitos sanitarios, y esto está sucediendo. Se puede verificar si una mascarilla está homologada cuando lleva la marca CE seguida de cuatro dígitos, que codifican organismos autorizados para realizar ese etiquetado. Además deben llevar marcada la referencia a la norma EN-149. Están circulando también mascarillas chinas con homologación KN95, similares a las FFP2; estas mascarillas deben llevar una referencia a la norma GB 2626. Cuando los etiquetados no están completos, o mezclan referencias a las distintas legislaciones, hay que sospechar que las mascarillas son falsas.

En cuanto a la hipercapnia, aclaramos que es la intoxicación por CO2. Se trata de un cuadro clínico grave, con síntomas neurológicos que incluyen náuseas, vómitos, sensación de confusión, debilidad y, en último extremo, pérdida de conciencia y convulsiones. Nunca se ha descrito un cuadro de hipercapnia provocado por una mascarilla, y recordemos que los cirujanos pueden pasar muchas horas con la mascarilla puesta durante una operación complicada.

No es discutible que las mascarillas son incómodas, y que nos pueden provocar una sensación de ahogo, sobre todo las FFP2 y FFP3, que tienen mayor capacidad de filtración. Pero lo cierto es que, de momento y mientras esperamos la vacuna, son nuestra mejor arma contra el coronavirus.