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Vaya por delante que en el Racing existen pocas cosas que me cojan por sorpresa. He visto a un ucraniano con el pelo teñido disfrazado de entrenador cuya lucidez táctica pasaba por jugar sin portero. También a un indio, delincuente internacional, y de quien lo ... más suave que decía Google cuando tecleabas su nombre era que había dejado el pufo correspondiente al alquiler de su último apartamento en Londres. Eso y que en la Premier League no se habían tragado su camelo de cutre-millonario que engullía pizza, así que le impidieron siquiera aspirar a comprar un equipo. Pero en el Racing, ya ven ustedes, somos diferentes y nos creemos más listos que nadie cuando, en realidad, no nos cansamos de que nos tomen el pelo una y otra vez.
La frase en cuestión es como para que Chuti Molina haga el petate, recoja sus pertenencias y desaparezca inmediatamente para no volver a asomarse jamás por el puerto de El Escudo. Llego a pensar que hasta fue una calculada provocación y toda una declaración de intenciones. «Una plantilla del filial está exclusivamente para completar el entrenamiento del primer equipo». Y se quedó tan ancho el tío después de pronunciar semejante barbaridad. Es decir, que para este señor los Quique Setién, Munitis, Colsa, Canales o Iván Marcano servían únicamente para hacer bulto cuando alguno de los reputados y talentosos futbolistas que un avezado director deportivo como él había reclutado se torcía un pie o padecía de migrañas. Claro, resulta mucho más rentable fichar a treinta jugadores cada temporada a razón de seis cifras cada uno para terminar entregando veinticinco cartas de despido. Una jugada maestra, a los hechos me remito.
Si yo fuera el padre de cualquiera de los futbolistas que ahora mismo militan en las categorías inferiores, mi hijo no regresaría a las instalaciones Nando Yosu ni un día más. Porque el mensaje que el ínclito Chuti les ha enviado a todos esos jugadores es muy nítido: son una mierda pinchada en un palo, cuya única misión es suplir a Alexis o a Nkaka el día que a éstos les duela la uña del pie.
Durante los años 80 y 90, el emblemático José María García acuñó múltiples expresiones que terminaron instalándose en la jerga popular. La definición para cuando un árbitro había cometido errores groseros era la de «bulto sospechoso». Me remonto a esa época, aprovechando que el tal Chuti encarna disparates mayúsculos, además de ese fútbol añejo tan obsesionado con mover carne que desprecia por sistema lo que un futbolista que venga desde abajo pueda aportar. Sencillamente, no le interesa. Pero más que los elevados sueldos de los Figueras o Barral, lo que nos va a costar caro de verdad es esa meditada y callada voladura de las categorías inferiores. De Chuti nos recuperaremos pronto. De lo otro nos costará bastante más volver a levantar cabeza.
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