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En esta situación de encrucijada, la humanidad reclama dramáticamente la existencia de auténticos líderes que faciliten claves de orientación para captar el sentido de la vida e inspiren pautas de conducta certeras que marquen el camino a seguir. Pero tales líderes escasean en todos los ... ámbitos: pensamiento, enseñanza, opinión pública. Mientras tanto, crecen los signos de decadencia moral: ansia desmesurada de bienes, diversas formas de violencia, deseo patológico de notoriedad, separación del ejercicio del sexo de la unión de amor verdadero, la inestabilidad familiar tan perjudicial para niños y adolescentes
En momentos cruciales como el que vivimos, la sociedad pierde el norte y se debate entre la confusión intelectual y el desánimo, se requieren personas animosas que den un paso adelante y señalen a los demás la ruta adecuada para salir de la crisis. Tal forma de liderazgo exige la capacidad de arriesgarse a tomar iniciativas y decidirse -cuando sea ineludible- a realizar innovaciones en diferentes aspectos de la vida: estructuras, modos de conducta, estilos de pensar... Estos líderes ejercen una función decisiva en la sociedad si cuentan con la debida madurez en el aspecto intelectual y espiritual y proceden con desprendimiento.
El líder auténtico no se 'fabrica', porque no es un mero producto que no requiere su consentimiento y esfuerzo. Es el fruto de un proceso formativo, en el cual una persona se hace cargo de su responsabilidad como miembro de una sociedad. Utilizar la expresión 'fabricar líderes', como hacemos con alguna frecuencia, delata que se entiende la función de líder como una mera operación de imagen. Auténtico líder es la persona que se esfuerza en pensar con rigor, sin frivolidad, y vivir creativamente, con libertad interior suficiente para no recluirse egoístamente en sí mismo y abrirse a todo lo que se presenta como algo valioso que pide ser realizado en la vida. Este tipo de liderazgo sólo se logra con una debida preparación. Incluso quienes «tienen madera de líder» han de adquirir una formación cuidadosa si quieren desempeñar bien su cometido. La sociedad no debe limitarse a esperar que surjan los líderes espontáneamente. Ha de cultivarlos con esmero y destreza, a fin de que cumplan sus tareas propias de forma satisfactoria.
No debemos reducir el líder a una persona carismática que arrastra multitudes. La labor del líder puede ser muy sencilla, nada deslumbrante, y presentar, sin embargo, una gran eficiencia.
Es conveniente «desmitificar» la idea de líder, es decir, entenderla de modo sobrio y sereno, atendiendo más a la trascendencia de la acción realizada que a la espectacularidad del modo de actuar. En la vida se puede desempeñar el papel de líder de formas distintas y con intensidades diversas. Un maestro, por ejemplo, ejerce el liderazgo cuando, con su palabra y su ejemplo, ayuda a sus alumnos a resolver acertadamente un problema, a interpretar correctamente un acontecimiento, a orientar una conducta en la buena dirección... Si estás bien formado, puedes, con una observación sencilla, dar una clave de orientación que sirva a otros de fuente de luz para encauzar su vida.
Los padres de familia también sois líderes cuando indicáis a vuestros hijos que no han obrado bien y que deben actuar de otra forma. Y más si conseguís que descubran por sí mismos que no les inculcáis normas ajenas a su mejor desarrollo personal.
«El líder cristiano es alguien que quiere poner su propia fe articulada al servicio de los que piden su ayuda. Es siervo de los siervos, porque es el primero en entrar en la tierra prometida, pero peligrosa; el primero en hablar, a los que están asustados, de lo que ha visto, oído y tocado. El acompañamiento espiritual es un encuentro humano profundo en el que alguien desea poner su propia fe y sus dudas, su esperanza y su desesperación, su propia luz y su oscuridad, a disposición de quienes quieran encontrar un camino en medio de su confusión y palpar el centro nuclear, sólido, de la vida. No es contar las viejas historias una y mil veces, sino ofrecer los canales por medio de los cuales las personas pueden descubrirse a sí mismas, clarificar sus propias experiencias y encontrar los cimientos en los que la palabra de Dios puede asentarse firmemente. Por eso la primera misión del líder cristiano en el futuro será guiar a su pueblo en el viaje de salida de la tierra de la confusión a la tierra de la esperanza» (H. Nouwen, 'El sanador herido', Madrid 1996, 37).
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