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La que se ha liado, pues a un fumigador no se le ha ocurrido otra cosa que escribir en su furgoneta de trabajo: 'Matamos por encargo' y un teléfono, sin más. Se ha montado la de San Quintín, 'piticlín, piticlín' con llamadas nacionales preguntando «¿cuánto ... por un amante?», «¿cuánto para poder heredar?, «¿cuánto por acabar con un chantaje?»... y así todo el día, dando explicaciones de que se trataba de una fumigación insecticida.
La verdad es que la idea publicitaria ya existía, pues ya la utilizaban, como puede comprobase en internet, otras empresas fumigadoras, pero eso sí, poniendo el nombre de la misma, el teléfono y las plagas, todo lo contrario de este genio del marketing que a la buena de Dios solo puso el slogan y un móvil a ver qué ocurría, y se le bloqueó la línea, además de poner tras sus huellas a toda la policía.
Sin llegar tan lejos, se dice que un gallego que tenía cerca del Vaticano una ferretería, para anunciarse puso un cartel con la imagen de Gestas, el mal ladrón, con la frase: «Clavos García, dos mil años de garantía», y que tuvo que retirarlo ante las quejas, eso sí, colocando semanas después una cruz vacía con el siguiente texto: «Con clavos García ni Gestas se escaparía», que ya son ganas de llamar la atención de unos clientes que tarde o temprano acabaron dándole la espalda al ferretero por su osadía.
Y es que en el mundo de la publicidad no todo vale, pues existen unas reglas que nadie debe saltarse, aunque luego cada empresa se busque la vida, unos leyendo esquelas si es marmolista, otros dando la pelma en el autobús con los cupones en plena curva cuando el personal se desequilibra y se agarra como puede en una barra vacía, o simplemente a puerta fría vendiendo seguros del hogar a precios de risa.
Son los supervivientes de una pandemia que ha mandado a muchos empresarios a la ruina, mientras algunos comisionistas solo con descolgar el teléfono se han hecho de oro con las mascarillas, aprovechándose del despiste de algunos políticos que las pagaban a cualquier precio en su interés de ser los primeros en conseguirlas.
Y es que en este país hay distintas varas de medir según quién sea el protagonista. Si es un prestigioso empresario, o un diestro político, todos a la puerta del juzgado que si chorizo, mangante y oportunista; pero si el llamado a declarar es un famoso deportista, todos a codazo limpio para conseguir una dedicatoria con firma, aunque haya escaqueado a Hacienda la pila. ¡Vamos de película!
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