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Las primeras vacunas que se han aprobado en Europa, las desarrolladas por Pfizer y Moderna, conllevan un problema de logística que se está empezando a solucionar sobre la marcha. Se trata de la conservación de los viales a la temperatura extremadamente baja que requieren, aproximadamente ... 80 grados centígrados bajo cero. Los equipamientos necesarios no son de uso habitual, y la mayor parte de los hospitales y centros de salud en España carecen de ellos.
Pfizer ha diseñado unos embalajes especiales que utilizan hielo seco para mantener la temperatura durante varios días, pero requiere de una vigilancia constante. No es una solución ideal, pero está permitiendo, de momento y con algo de incertidumbre, la distribución de las vacunas.
El hielo seco, también llamado nieve carbónica, es dióxido de carbono en estado sólido, que se transforma en gas sin pasar por el estado líquido. Su aspecto es muy similar al del hielo normal, o a la nieve si el producto se ha molido, pero cuando se sublima no deja residuo de humedad, porque su base no es agua. En condiciones normales, su temperatura de sublimación es de −78,5 °C. Su uso más popular es la creación de nieblas artificiales en espectáculos, ya que el CO2 es más pesado que el aire y el humo que desprende permanece a ras del suelo. Se trata, sin embargo, de un producto peligroso, ya que el CO2 es un gas sofocante, y por su bajísima temperatura puede provocar quemaduras por frío o congelaciones.
Para conservar los alimentos, e incluso para la fabricación de helados, el uso del frío es muy antiguo; sin embargo, hasta el siglo XIX, gracias a los trabajos de Nicolas Sadi Carnot, alcanzar temperaturas tan bajas era una quimera. Hasta entonces, la humanidad se tuvo que conformar con el hielo y la nieve, que a veces se hacían transportar desde grandes distancias, y con algunas mezclas frigoríficas, que se utilizaban poco porque los ingredientes eran escasos. La más conocida de todas es la de hielo y sal, en proporción 1:1, que rebaja la temperatura hasta los 18ºC bajo cero.
Alcanzar temperaturas como la de congelación del CO2 requiere el uso de una máquina frigorífica, un dispositivo que, al recorrer de manera inversa el ciclo de Carnot, transfiere energía térmica desde una región de baja temperatura hasta otra de alta temperatura. Para eso se necesita aportar trabajo desde el exterior, generalmente con un motor eléctrico.
El Gobierno ha tenido que adquirir varios ultracongeladores para solucionar el problema de la conservación de las vacunas. Son equipos caros y no muy fáciles de conseguir, ya que su fabricación es limitada, pero ya se empiezan a anunciar nuevos diseños de producción en España, lo que podría agilizar su distribución y mejorar así la capacidad de nuestro sistema sanitario para hacer llegar las vacunas con garantías a todos los rincones del país.
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