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Siempre he oído decir que vale más una imagen que mil palabras, pero si además de las imágenes añadimos las palabras tenemos el cine. Tim Robbins y Morgan Freeman realizan una interpretación extraordinaria en la película cuyo nombre encabeza este artículo, pero esta ... meritoria representación no sería nada sin la gestión del director Frank Darabont. A él le debemos que podamos recrearnos en el arte de escribir secuencias, pasajes, tragedias o dramas desarrolladas en el tempus que necesita el cerebro para advertir e interpretar los acontecimientos que se desarrollan en la vida con todo detalle, con todos los ingredientes necesarios para captar hasta el más leve gesto que puede inducirnos a saber qué emociones están pasando por la cabeza del personaje.
A la manera con la que Miguel Ángel esculpió el Moisés, donde unos simples dedos entrelazados en las barbas nos conducen a la pregunta sin respuesta de si el personaje bíblico está iniciando un movimiento de levantarse con ira contra su pueblo blasfemo o, por el contrario, se mece en su asiento reclamando serenidad y obediencia. Estos genios fecundos desarrollan sus creaciones ateniéndose a la capacidad real de digestión de los aconteceres de la vida. Qué hubiera pasado si tales seres creadores hubieran tenido en sus manos las armas tecnológicas que hoy nutren todo el firmamento de las artes escénicas y la comunicación. Es algo que nunca sabremos.
La pregunta sobre qué es el arte no tiene respuesta, solo hay que admirar las obras y sacar conclusiones, y para aquel que no sea capaz de encontrar palabras para disfrutarlo, basta con eso, con verlo, admirarlo y observarlo respetando las necesidades temporales que el cerebro tiene para captar el entorno. Podemos afirmar que en ese caldo de gestión temporal es donde pueden desarrollarse las riquezas creativas, los valores inmortales. Y, desgraciadamente, muchas mediocridades están generándose entorno a las armas tecnológicas para producir verdaderos monstruos de la imagen y la palabra; la imagen porque la velocidad de producirlas con tales ingenios técnicos desborda cualquier capacidad para analizarlas y sólo permanece el impacto frenético que busca el creador de la secuencia para inducir tal o cual apetito sensorial, sin capacidad de análisis o digestión. Consiste en una agresión intencionada a la capacidad racional del cerebro, anulándola para conducirnos al consumismo. Y no es difícil concluir a donde nos puede conducir el actual estado de difusión de imágenes que se editan intencionadamente para la anulación de la racionalidad, buscando únicamente el efectismo, que es a mi modo de ver, a un estado de hibernación creativa y a la anulación de la capacidad productiva del entendimiento humano. Mala consecuencia, y diría yo, desastrosa consecuencia. Creemos que ante tal futuro sin esperanza la acción paliativa de los poderes públicos debe ser la regulación, el desarrollo de una normativa que obligue a los creadores a desarrollar sus obras dentro de una reglamentación que bonifique la digestión, desarrollo y creación de medios y artes, capaces de impulsar el talento imaginativo sosegando los tiempos que el cerebro necesita para ejercer el análisis. Y siguiendo con los negativos efectos de los actuales instrumentos tecnológicos de comunicación sobre la palabra, baste con señalar que con la necesaria brevedad de la comunicación, que actualmente ejercemos tanto en la telefonía como en la radio o la mensajería, estamos violando las normas gramaticales de las lenguas, empleando cripto-palabras que sirven a una necesidad de comunicación inmediata; la lengua perece, la transferencia comunicativa gana, el tiempo es oro.
Pero además de los efectos perniciosos a que esta situación nos puede llevar, es de mencionar y advertir un deterioro de los valores eternos del arte por la imposibilidad de reparar en el realismo con que se nos presenta un entorno con cambios instantáneos de los planos, velocidades de movimiento de las imágenes desbordantes pergeñadas. Con la verdadera intención de ofrecer una escena caótica, ininteligible, al saberse incapaces de presentar el entorno con valores reales ya que no pueden expresarse, por su maldad, violencia o perturbación. Y así, creen los productores, poder utilizar los actuales medios tecnológicos al logro de sus fines. Se trata de sustituir intencionadamente la realidad por la ficción irresoluble, al fin de provocar situaciones agónicas impactantes. Dañinas. Todos nos sentimos en manos de la tecnología, por lo tanto, renunciar a su utilización supone una pérdida del sentido práctico que hoy día la vida nos ofrece. Por lo tanto, la única solución es reconducir la situación mediante una normativa inteligente que propicie y estimule la creación, la disciplina y el entendimiento digestivo. Quizá he sido reiterativo en algunas ideas aquí vertidas, pero la utilización de la película Cadena perpetua como claro ejemplo justificativo de cuanto he mantenido hasta ahora, lo justifica.
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