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De sobra es conocido que los precios se dispararon en nuestra Comunidad, de modo similar a otras, al 10,2% en marzo por la subida en luz y carburantes. Es la tasa más alta en 37 años y ha provocado que muchos releamos la ... historia económica y manuales en donde se explica, como decía Solow, qué ideas son útiles en momentos donde las preguntas cambian continuamente. Y eso que en niveles de inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos) aún no son niveles preocupantes, si bien esta espiral de subida de precios está lejos de ser coyuntural. Es un 'cambio de origen y no de escala'; un cambio de tercio hacia un nuevo modelo económico.
Que la inflación suba un 10,2% equivale a haber perdido coyunturalmente poder adquisitivo, pero no siempre supone que ya seamos un 10,2% más pobres pues existen dos maneras de asimilarlo: una en base a cada euro de nuestra renta, sobre la que se traslada la 'pesada losa' de la inflación, y otra cuando se compara la situación de colectivos en dos momentos diferentes (además de posible efectos de 'segunda ronda': subidas de salarios, pensiones u otros elementos de demanda para evitar pérdidas de poder adquisitivo, etc.) Es decir, si pretendemos conocer nuestra pérdida de capacidad de compra por la inflación habríamos de restarle cuánto subieron los salarios (con alza en convenio entorno al 2,2%, según datos oficiales). En esto, los efectos negativos 'van por barrios' como se ha visto con el aumento de demanda y consumo debido a haber desembalsado parte del ahorro generado en meses anteriores por los confinamientos covid y shock de oferta.
Asimismo, no todo en la pérdida del poder adquisitivo depende de si cae la renta, si no que en dicho IPC (o en lo que se convierta en el futuro dado que ahora incluso las previsiones económicas cambian como un carrusel) se tiene en cuenta una cesta media de la compra. Pero, cada hogar tiene cestas 'diferentes' y, por ejemplo, quién use mucho su automóvil para desplazamientos largos tendrá, 'ceteris paribus', pérdidas de poder adquisitivo mayores. Las recetas mágicas para el día a día se resumen en adelantar compras (y en productos no perecederos), invertir mejor posibles ahorros, moderar deudas, mejorar la eficiencia en consumo energético además de buscar productos sustitutivos más baratos. Esto último, se puede topar con el muro de la realidad pues una cosa es reducir las compras de ropa de marca y otra distinta es el oxímoron de cómo sustituir el carburante cuando usas tu propio vehículo.
De poco nos sirve comparar nuestra inflación con la de otros países como Países Bajos (11,9%), Portugal (5,5%) o Francia (5,1%) y aunque dichas subidas son inferiores a las de los salarios, lo relevante es lo que usted observa en cuanto a qué productos puede permitirse seguir comprando. Y esto sin pensar mucho en que bien puede que dentro de medio plazo se suban los tipos de interés para estabilizar los precios (ya que el objetivo del Banco Central Europeo es que la tasa de inflación acabe en el 2% a medio plazo) bien confinamientos parciales en Asia pueden estar generándonos más inflación dada nuestra fuerte dependencia comercial en nuestra cadena de suministro con ellos.
Que nos explicasen, al igual que se hizo en su momento con la posible evolución de las seis olas covid anteriores, a qué posibles escenarios inflacionarios podemos enfrentarnos (¿se acuerdan de cuando en 1980 los precios crecían cerca del 15%?) a fin de tener cada uno nuestros gastos 'temporalmente' bajo control además de tener preparadas diferentes medidas de choque, sería algo muy deseable. La credibilidad de cualquier pacto de rentas sólo sería posible si se remontasen las continuas caídas de productividad (no hace tanto se registraron descensos interanuales del 9%) y todos asumiesen que han de admitir pérdidas pues las soluciones fiscales (impuestos o ayudas) son, como ya sabemos, medidas temporales y limitadas. Toca ser más humildes. Aceptemos que, como el componente energético es algo exógeno, si queremos adelantarnos al final de esta película de suspense que tiene como protagonista al Frankenstein de la inflación, sólo hay que sustituir el conocido 'sálvese quien pueda' por el 'qué podemos hacer cada uno por los demás'.
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