Secciones
Servicios
Destacamos
Nada en la actual ciudad de urbe moderna,/ nos puede recordar el cuadro viejo;/ hoy vemos un bazar o una taberna,/ donde antes se veía / el esbelto aparejo / de un bergantín que entró con avería». Esta primera estrofa del poema 'Las Atarazanas de Santander', de ... José del Río 'Pick', la recogió Carmen G. Echegaray en su libro 'Del Muelle a Cañadío' (1980) por reflejar la imagen romántica de Cañadío cuando aún tenía vocación marinera. Dice Carmen, en el libro citado, que en el padrón de 1871 «aparecen como residentes en el nº 4 de Gómez Oreña (actual nº 11) algunas familias cuyos descendientes aún residimos en este barrio» y cita, como uno de ellos, a su abuelo don Rafael Echegaray Echeandía; y curiosamente también residía José Antonio del Río, abuelo de Pick, el autor de 'Efemérides. La provincia de Santander considerada bajo todos sus aspectos'. Carmen describe el viejo barrio en un texto delicioso que trasmite amor y añoranza, comenzando por la dedicatoria: A mis hijas cuya infancia transcurrió como la mía, en este barrio.
«Si volviéramos la vista hacia atrás en el tiempo, podríamos contemplar el viejo barrio de Santa Lucía a finales del siglo XVII, situándonos desde lo alto que es hoy Gómez Oreña, y veríamos que el sol se escondía al atardecer tras los emparrados y viñas, haciendo guiños por entre los verdes racimos y tapizando de luces inquietas el suelo escarpado. Ni un solo edificio se interpondría entre nosotros y el mar, que llegaba al mismo pie de los parrales en lo que hoy es calle de Pedrueca, manso, en suaves festones de sucia espuma, que se quedaban prendidos entre las piedras de la ribera. Podría escucharse el golpeteo de algún activo calafate, que aprovechaba hasta el último girón de luz y el chapotear eterno de las aguas contra las rampas naturales de Cañadío, donde los botes, reventados de mares, esperaban acostados el remiendo de estopa y brea que les pusiera de nuevo a punto de navegar. En la misma orilla, cientos de cañas se apiñaban formando una punzante jungla que el viento balanceaba a uno y otro lado, y que dieron nombre a nuestro barrio de la vieja puebla 'El Cañadío'. (…) Desde el mismo Cañadío, arrancaba la Peña Herbosa, matorro indomable con pretensiones de cantil, que llegaba hasta San Martín, con un playazo, protegido por pequeños islotes, y al cual Pereda, muchos años después, nos describiría como la famosa «Maruca» de nuestro abuelos, ya en vías de desaparecer bajo el impulso ineludible del «progreso». Pero en la época que nos ocupa, nada hacía pensar, en la soledad del barrio extramuros, el surgir de una 'nueva población'. (…)».
Todo continuaba igual cuando en 1755 Santander fue reconocida como ciudad y todo seguía casi igual cuando, en 1786, Francisco Antonio del Campo, trasmerano, de 27 años de edad, solicita al Ayuntamiento permiso para construir, en el sitio, extramuros de la ciudad llamado Cañadío, una fábrica de cerveza. Los linderos del espacio son: «por el oriente viñas de particulares, por el norte calle para el Barrio de Miranda (la actual calle Santa Lucía), al vendaval prado y al sur la ribera»; descripción que sigue coincidiendo con la anterior de Carmen.
En 1791 Gaspar Melchor de Jovellanos viaja durante una semana a la Montaña con objeto de visitar las fábricas de La Cavada y Liérganes y el Astillero de Guarnizo. Como en todos sus viajes deja noticia en sus Diarios y en el Cuaderno II leemos que en Santander le sorprendió el magnífico edificio de la Aduana y las cinco casas de piedra edificadas al borde del nuevo muelle, una de las cuales (la actual nº 6) era de Antonio del Campo. «Dan un magnífico aspecto a la villa, ruin por otra parte, destartalada fuera de lo nuevo» pero asombrado por lo ya construido en el Muelle e informado del proyecto futuro deja escrito: «para la inmensidad del proyecto pendiente no puede haber dinero ni fuerzas». Del resto de su visita a Santander le sorprende la fábrica de cervezas de Campo: «magnífica, con dos grandes almacenes de fermentación, y tina, horno, caldera, enfriaderos, graneros para la cebada; piezas dobles de oreo, cuarto de ladrillos horadados para tostarla, tahona y demás. Se trabajan al año 200.000 botellas de cerveza, doble y sencillo». La fábrica tenía su propio muelle, en el que atracaban cuatro barcos de la empresa; uno de los bergantines, bautizado, 'El cervecero de Cañadío', hacía el viaje a Veracruz y La Guayra, popularizando su nombre en América. Exportaba cerveza a Europa, teniendo en Inglaterra a Bristol como puerto de referencia, de donde regresaban con botellas, por lo que uno de los proyectos de Campo fue montar fábrica de botellas, para lo que trajo técnicos ingleses, al igual que en el inicio trajo de Inglaterra maestros cerveceros. En 1799 Jovellanos hace un nuevo viaje por nuestra provincia que visita casi entera. En sus Diarios figura como 'Comisión secreta a La Cavada'. El día 27 visita en Campogiro la nueva finca y residencia en la que Antonio del Campo amplía su empresa: «a un cuarto de legua sobre el camino de Reinosa, a la izquierda» (la actual Remonta, también a la orilla del mar; en Santander todo lo llano fue antes bahía y le impresionó tanto el lugar que describe: «Comprende una extensión de dos mil cuatrocientos carros de tierra (de cuarenta y cuatro pies de cuadro cada uno); la fachada principal dos mil cuatrocientos pies. La fachada dibujada por Mucha; la casa de cien pies en cuadro; un estanque de agua dulce, circular, de trescientos sesenta pies de diámetro; para peces hará otro sobre el mar, a la espalda; un muelle a esta parte y sobre él los edificios para fábricas de cerveza, botellas y sidra; se plantarán hasta siete mil árboles, todo cercado de altas paredes (…) dos mil manzanos ya presos…».
Dos años antes de esta visita de Jovellanos, en 1797, el Rey Carlos IV había otorgado a Francisco Antonio del Campo el Condado de Campo Giro. De un extenso documento que expone las razones para esta concesión cito tres: «Que por la ocupación en vuestras fábricas de cerveza, habéis sacado de la ociosidad e indigencia a muchas familias de aquella Provincia que se hallaban en la mayor miseria y desamparo; gastando en ella dos millones cuatrocientos mil reales (…) por cuyos motivos se concedió a dicha fábrica el título de Real, con facultad de usar en ella mis Armas Reales. / Que con el vasto comercio que tenéis en Europa y América con quatro embarcaciones propias dan salida a los géneros y efectos nacionales, de que resultan utilidades de más de dos millones de reales anuales a favor de mi Real Erario. /Que en la guerra pasada permitisteis se cargasen en una fragata vuestra de cuenta de mi Real Hacienda crecido número de bombas y balas para el puerto de Veracruz sin llevar flete ni estipendio alguno». Del Campo participó destacadamente en la vida política y social de Santander hasta su muerte en 1817. No tuvo sucesión directa. En Cañadío, durante la primera mitad del siglo XIX, en el lugar donde se edificó la iglesia de Santa Lucía, siguió funcionando un astillero que construía pataches y pinazas. Según F. Barreda, en este tiempo, Francisco Echave entregó una pinaza que tenía un porte de 300 quintales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.