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Olvídense de Cataluña y el País Vasco, chivos expiatorios muy convenientes, el cáncer de la política española está en su corazón y de ahí se ... ha metastatizado al resto de los órganos del Estado. Cierto, ese cáncer es más evidente en las dos autonomías antedichas, lo cual hace que los corruptos instalados en el corazón las señalen con el dedo, para desviar la atención del paisanaje; pero si queremos entender lo que nos pasa hay que remontarse al origen del mal que la corroe.
He apuntado más de una vez que la decadencia de la democracia liberal como sistema político, es particularmente evidente en la desnaturalizada lucha por el poder como principio y fin de la actividad política. Una lucha que ha subvertido el orden de los valores que deben inspirar sus actos. Acción que debe fundamentarse en la resolución pactada de los conflictos de interés que se manifiestan en la sociedad, de manera que la convivencia goce del mínimo de armonía imprescindible para aunar esfuerzos orientados a la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos. En su lugar, los partidos han situado en primer término sus intereses sectarios. La ocupación de todas y cada una de las instancias de poder, de las más insignificantes a las más vitales, han copado sus energías de tal manera que apenas les queda alguna para pactar con los oponentes más directos las cuestiones de Estado -esas cuestiones que deben resolverse al margen de la continua contienda electoral- y condenan como traición cualquier gesto de sus representantes en este sentido.
En el breve plazo de 40 años la política española ha pasado, del final de la dictadura a la decadencia, sin apenas haber disfrutado de las mieles democráticas. Ejemplo muy ilustrativo de una sociedad civil pujante, con profesionales e intelectuales de un nivel que nada tiene que envidiar a los de otras latitudes occidentales, pero con estructuras políticas enfermas de gravedad. Es más, se trata de una enfermedad contagiosa que malea las relaciones sociales, al adoptar sus gentes los modos y maneras de los personajes de éxito. Y quiénes son hoy los personajes que ocupan los primeros puestos del famoseo sino los políticos. Por si fuera poco también han invadido la sociedad civil, ocupando puestos de poder en las grandes empresas sin por ello desdeñar las instituciones culturales... ni siquiera ciertas asociaciones de vecinos.
Como esas frutas que se pudren antes de madurar, nuestros partidos políticos no han superado la fase de «plataforma electoral» para convertirse en una estructura al servicio de una determinada concepción de la cosa pública; lo que Ortega llamaba un proyecto sugestivo de vida en común. En su lugar predomina la palabrería del charlatán de feria. aquella vetusta profesión que hace tiempo ha desaparecido de las plazas públicas porque sus nietos se han dedicado al oficio más lucrativo de la política.
Uno de los aspectos más sobresalientes de la defectiva democracia española es la «vinculación de poderes», por oposición a la preceptiva «separación de poderes» que caracteriza a dicho sistema. De nuevo se debe a la hipertrofia de los partidos, que no conformes con adueñarse del poder ejecutivo controlan descaradamente el legislativo y asaltan sin contemplaciones el Judicial. La disciplina de partido es tan férrea en el Congreso que lo verdaderamente llamativo es que algún diputado tenga el coraje de romperla; normalmente a base de perder toda esperanza de promoción o reelección. Esto que vemos como lógico y normal es sin embargo profundamente antidemocrático, pues subvierte la relación del representante con sus representados.
En cuanto al poder judicial, baste con señalar que los partidos se arrogan el derecho de nombrar a la mayoría de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, vocales que tienen a su cargo la responsabilidad de designar los componentes del Tribunal Supremo y de los Tribunales Superiores de las autonomías. Una vez que tienen control de los vocales, éstos garantizan el control de todas las instancias superiores de justicia. Una vez más, lo sorprendente es que aún quedan jueces que defienden vehementemente su independencia jugándose futuras promociones.
Dejo para el final la más flagrante de las consecuencias de la dichosa lucha. El hecho es que, cuando PSOE y PP no tenían mayoría absoluta, han optado por gobernar con los partidos nacionalistas periféricos, antes que llegar a un acuerdo entre sí. La cosa ha llegado al límite cuando, por no ser suficiente el refuerzo nacionalista, el PSOE ha decidido aliarse con la extrema izquierda... Y el PP lo hará con la extrema derecha si el dios de las elecciones no lo remedia. PSOE y PP han tenido mayorías absolutas que les hubieran permitido modificar la ley electoral, o la designación de vocales para el poder judicial, como modo de impedir tal aberración, si no lo han hecho es porque el sistema actual le resulta el más conveniente ¿Dónde reside pues el verdadero cáncer de España?
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