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Comentábamos hace días con ironía que, con o sin cebolla, es una de las disputas más enconadas que se pueden acometer alrededor de un fuego amigo, en este caso sobre la tortilla, y me faltó añadir una guía tan digna de ser vivida que ya ... forma parte de nuestra cultura y de nuestra víscera: que si Mesón O Pote en Betanzos, que si el Tahití en Logroño, que si Sagartoki en Vitoria, que si el Bar Cuesta en Triana o que si nuestra La Trainera en Pedreña. Esta discusión y un vinito nuestro en su temperatura y cantidad adecuadas es todo un privilegio culinario y un buen tema de tertulia como tantas cosas nuestras envidiables.
Hagamos defensa de la cebolla, que no es nada trivial, porque roja o blanca, cruda o cocinada, forma parte de nuestras exquisiteces y añadíamos que siempre se le relaciona con el lloro de forma injusta.
El lloro emocionado y el 'Resistiré', esa canción emblemática del Dúo Dinámico -aunque no fueran los autores, en cierto modo siempre será de ellos-, supusieron un estímulo bendito en las primeras fases de la infestación vírica y el confinamiento cuando se cantaba entre lágrimas y se acompañaba de aplausos encendidos como homenaje a los sanitarios. Hoy podríamos titularla 'La canción de olvido'.
«Contigo pan y cebolla» es una expresión manida, un tanto vulgar y utilizada muchas veces de forma frívola o jocosa pero dice mucho: es la máxima expresión de amor que pueda manifestarse de forma coloquial, espontánea y generosa. Es la renuncia a lo material y supone una entrega ciega y sin condiciones. Y se repetía con compromiso de amor eterno. Así se expresaba con reverenciada actitud la ciudadanía ante los médicos. Fue un caminemos juntos o un cuáles son tus necesidades, ahora demostrados falsos . Ya no vale el «contigo ...» mentiroso.
En todo este largo y penoso trayecto de infección vírica, de miedo insuperable y de enfermedad que hemos ido manejando con paciencia sobrevenida en medio de decisiones muchas veces improvisadas y desacertadas y algunas otras más atinadas, fuimos sobrepasando fases de muerte indiscriminada, de confinamiento, de tristeza y de conmoción y justo ahí, en medio, los sanitarios en la punta de lanza del riesgo y el trabajo valiente y esforzado. Y al frente de ellos los médicos combatiendo una situación insólita con generosidad infinita. Al principio a pecho descubierto, sin protección adecuada ni medios suficientes. Pero todo se fue corrigiendo, aún a costa del sacrificio y muchas veces la muerte por covid. Ha muerto un médico cada 72 horas. Solo en 2020 murieron 112 de forma silenciosa.
Pero ya se olvidó todo y, en las primeras páginas de los periódicos, se resalta que faltan médicos en los consultorios rurales y las listas de espera crecen exponencialmente durante los meses de verano sin tener en absoluto al médico en cuenta para nada. Se acuerdan de él en las pandemias o en el verano cuando están todo el ano dispuestos y entregados en su trabajo esforzado y discreto.
Llega junio y los alcaldes se muestran apurados por la situación en sus pueblos, cuando a lo mejor carecen de un lugar adecuado para el consultorio o no se esfuerzan suficientemente en buscar el complemento del salario que merecen durante todo el año. Y el Gobierno regional, también apurado por el presupuesto y la organización, se olvida muchas veces de ofrecer contratos decentes o de los incentivos necesarios y diría que obligados. No es un tema de hoy. No es exacto que falten muchos médicos, es que no se sustituyen con previsión y contratos acordes en sus vacaciones mientras sí se hace como es racional y lógico con celadores, auxiliares de enfermería y enfermeras, todos muy dignos y preparados.
Pero si falta el médico, ni se opera ni se pasa consulta, y la solución no está en contratar o en formar médicos apresuradamente o sustituirlos por enfermería, está en tenerlo previsto y organizado. ¿Sabían que el médico en los hospitales y en casi todos los consultorios rurales cuando vuelve de vacaciones tiene que atender a todos los pacientes citados mientras descansaba además de los que les correspondan? No creo que conozcan sin sorprenderse de nuevo que con 10 ó 15 años desempeñando su plaza siguen en interinidad vergonzosa. Probablemente no sepan tampoco que ahora se quiere romper el programa MIR, que tanto éxito tuvo y que accedan a nuestras vacantes hospitalarias especialistas extranjeros sin haber superado una homologación imprescindible de sus programas de formación.
No se resuelve ahora y en poco tiempo la formación de nuevos especialistas sin una buena planificación previa. Esa es una labor necesariamente lenta y organizada que requiere condiciones estrictas de selección y adecuación que piden tiempo y la garantía que puede dar un sistema eficaz y organizado de aprendizaje.
No se puede destruir un sistema de selección y formación como el MIR, que fue un ejemplo de eficacia reconocido internacionalmente. Ni se debe.
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