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Una túnica blanca, muy blanca, de un blanco brillante y resplandeciente, era la que lucían en la antigua Roma durante la República, aquellos que pretendían ... ser elegidos para algún cargo. Eran los candidatos. Esa túnica los distinguía en las asambleas y reuniones.
Del verbo latino candidare, que significa blanquear, deriva el participio candidatum, que hasta nosotros ha llegado como «candidato». El candidus era ese blanco brillante a diferencia del albus, del que provienen alba y albor definiendo el blanco mate. Ya es primavera y florecen nuestros candidatos.
En nuestra democracia representativa el sufragio universal tiene la última palabra sobre quienes han sido propuestos por los partidos políticos. Como los que resulten elegidos van a ser nuestros representantes por lo menos durante una legislatura, la figura del candidato y la autoridad que ostenta esta representación constituye una pieza clave para la buena marcha de la convivencia democrática. Esto que es válido para todos los niveles institucionales parece más relevante por su proximidad en los candidatos que elegimos para gobernar y administrar el municipio. A nuestros candidatos hoy no les pedimos que ostenten la blanquísima túnica romana, con la cual querían simbolizar ante los electores la pureza de sus ideas e intenciones, aunque después, una vez elegidos, sucediera con frecuencia que los resultados no fueran los prometidos en las ofertas preelectorales.
A la vista está, que en las últimas legislaturas no ha sido un modelo a seguir la indumentaria de algunos diputados o concejales. Por suerte no son la mayoría, pero siendo su cargo de representación debieran ser más exigentes consigo mismos por deferencia hacia sus representados. Mochilas, zapatillas, descamisados, vaqueros rotos… ¿o es todo un reclamo para demandar otro complemento de sueldo? De todas formas, no todo se ha perdido: consuela ver la corrección y el buen vestir de los conserjes y ujieres. Con un significado muy diferente, la misma etimología que «candidato» tiene la palabra «cándido». Así la define el diccionario: «Ingenuo. Sin malicia, ni doblez». ¿Algo así, más o menos, seremos los electores?
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