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Cantabria 2023
ANÁLISIS ·
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ANÁLISIS ·
La demografía hará que nuestro futuro sea próspero o decadente, pero lo que sea dependerá de nosotrosHace 13 años que CEOE-Cepyme de Cantabria editó un libro titulado 'Cantabria 2020. El horizonte de la industria', en el que tuve el honor ... de participar. En la parte final de mi colaboración, al hacer una prognosis de cómo sería Cantabria en 2020, me mostraba bastante cauto acerca de lo que nos podía deparar el futuro. El motivo era que dentro de los factores que, entonces como ahora, estábamos en situación de controlar en cierta medida desde la propia autonomía -los relacionados con el modelo de especialización elegido- parecía que seguíamos teniendo dudas existenciales. De entonces a acá ha llovido mucho, pero hemos avanzado poco, de ahí que en términos de convergencia real con las comunidades más desarrolladas sigamos estando, en esencia, donde estábamos.
Recientemente, y a partir de las proyecciones del INE sobre la evolución de la población española, este diario publicó un artículo, titulado 'Así será Cantabria en 2035', en el que, subrayando las palabras del profesor Zubieta, se concluía que, de cara a la situación en el año mencionado, «los dos rasgos fundamentales son: envejecimiento y pérdida de población. Y estos datos significan declive económico».
Las proyecciones del INE se basan en dos tendencias bien solidas: un saldo vegetativo que es negativo desde hace unos cuantos años, y que en la actualidad más que duplica al del conjunto del país, y un saldo migratorio que, aunque ligeramente positivo, va bastante a la zaga del que se registra en el resto de España. La conclusión, obvia, es que, si no se hace lo necesario para que cambien las tendencias, en 2035 la población cántabra será mucho menor que la actual (31.013 menos) y bastante más envejecida (uno de cada tres habitantes tendrá más de 65 años). Con estos mimbres, naturalmente, es difícil, si no imposible, ser optimista, pues, como subrayó Zubieta, son heraldos de declive económico.
¿Qué se puede hacer para revertir estas tendencias? ¿Está en nuestras manos hacerlo? La respuesta a la primera pregunta es, hasta cierto punto, sencilla; la de la segunda es, sin lugar a dudas, más compleja. Reducir la tendencia negativa en el saldo vegetativo requiere unas políticas de natalidad y de ayuda a las familias claras y de largo recorrido. Como no se trata de descubrir mediterráneos, me permito recordar que el Comité Económico Social Europeo, en uno de sus documentos sobre la materia, apuntaba, entre otras, las siguientes medidas: a) Equiparar permisos de maternidad y paternidad y extenderlos en el tiempo; b) Aplicar horarios racionales y flexibles, orientados a una mejor conciliación familiar; c) Suministrar ayudas fiscales como deducciones en la Renta, introducir un factor multiplicador en las cotizaciones de los padres, y/o proporcionar una subvención por hijo; y d) Facilitar el acceso a guarderías y comedores. Y todo ello, para que sea efectivo, aplicado tanto a trabajadores por cuenta ajena como por cuenta propia.
Para que estas medidas funcionen de verdad se necesitan, al menos, dos cosas. Por un lado, contar con un presupuesto social más potente (lo cual requerirá, antes o después, una subida de impuestos) y, por otro, una mayor concienciación empresarial no sólo sobre la bondad intrínseca de estas medidas sino, sobre todo, sobre el aumento de eficiencia económica que pueden generar.
Si estas medidas se adoptaran de forma decidida y, lo que es tan o más importante, se mantuvieran en el tiempo, sería posible incrementar nuestra tasa de fertilidad (en torno al 1,35%) y acercarla, paulatinamente, al 2%, que se considera como la tasa de reemplazo poblacional. En todo caso, y aun suponiendo que las políticas de fomento de la natalidad funcionen, no es posible olvidar que tienen que verse complementadas con una política de atracción de extranjeros capacitados y deseosos de iniciar una nueva vida profesional en nuestra región.
¿Estamos dispuestos a hacer todo esto? En este terreno, la pelota, por así decirlo, está en manos de nuestros políticos. Y si bien es cierto que, a la vista de lo sucedido en los últimos años, parece que la respuesta sería negativa, nos queda la esperanza de que hayan aprendido la lección y empiecen a obrar en consecuencia. Parafraseando a Bill Clinton, podríamos decir que «es la demografía, estúpido». La demografía hará que nuestro futuro sea próspero o decadente, pero lo que sea dependerá de nosotros y de nuestros votos. Usémoslos con criterio, pues en nuestras manos está que las proyecciones del INE no se cumplan.
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Ana del Castillo
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