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E l primer día de febrero se conmemora el 40 aniversario de la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de Cantabria, un proceso histórico que recuperó nuestra identidad pese a que en los primeros momentos no se apostaba por ella.
El sentimiento autonomista se ... despertó con la llegada de la democracia y el debate autonómico, que se ve espoleado y excitado por un contexto de inestabilidad económica, conflictos laborales y reivindicaciones de infraestructuras para la entonces provincia de Santander. Demandas que van uniendo a la sociedad en torno a la convicción de una Cantabria uniprovincial.
La exaltación de la identidad dormida por la represión de la dictadura contagió de entusiasmo y efervescencia a una sociedad decidida y audaz que quebró la voluntad del gobierno central, decidido a anexionarnos a Castilla.
Toda la dinámica del proceso es un vertiginoso movimiento desde abajo -la sociedad, los ciudadanos- hacia arriba -los representantes políticos y las instituciones- sobre la convicción y el deseo de un proyecto y una identidad común que surge de asociaciones y movimientos que presionan públicamente en favor de la uniprovincialidad.
El mapa de Cantabria se dibuja en las alamedas, en las manifestaciones y protestas que exaltan nuestra identidad. Desde comienzos de 1976 la sociedad empieza a organizarse. De tal forma que la autonomía de Cantabria se ganó en la calle. Las movilizaciones sociales generalizadas fueron acicate y para que los representantes políticos reaccionasen.
Hay un impulso inicial que es el histórico 'Manifiesto de los 100' en 1976. Documento rubricado por un centenar de ciudadanos que denuncia la situación socioeconómica de Cantabria y que propone recuperar la identidad histórica y cultural del pueblo cántabro. Iniciativa que cristaliza en la formación de ADIC, la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria y que deriva, también, en la organización de la primera gran manifestación del proceso autonómico para pedir la descentralización y un concierto económico para Cantabria.
Como reacción a estas pulsiones identitarias, en 1977, surge el Organismo Unitario para la Autonomía de Cantabria donde todos los partidos políticos -excepto la influyente UCD y Alianza Popular- se unen en la reivindicación, junto a los sindicatos y la Asociación Democrática de la Mujer, ADIC y Cantabria Unida. Bajo su amparo se convoca otra gran manifestación histórica que reunió en Santander a cerca de 20.000 personas.
Queda para la historia la imagen mítica de la pancarta reivindicativa colgada en el balcón de Cabezón de la Sal, simbólico epicentro de la autonomía. El entonces llamado 'Día de la Montaña', en aquel verano del 77, cuando se presentó públicamente el Organismo Unitario.
El camino no fue fácil. Los propios representantes políticos se fueron sumando a esta cadena de entusiasmada reivindicación de la autonomía.
El primer paso decisivo lo dieron los diputados y senadores elegidos por la provincia de Santander en las elecciones del 77, cuando decidieron no integrarse en Castilla y León y presentaron en Madrid un estatuto de preautonomía que no prosperó, pero dejó clara la postura de la comunidad.
Cantabria fue la primera comunidad autónoma que accedió a la autonomía sin haber disfrutado antes de régimen preautonómico, que hubiese podido facilitar el proceso. Por ello, una vez aprobada la Constitución del 78 tenía que hacerlo con el procedimiento contemplado en el artículo 143 de la misma.
Así, la iniciativa del proceso autonómico correspondía, o bien a la Diputación Provincial, o bien a las dos terceras partes de los municipios cuya población representara al menos la mayoría del censo electoral de la provincia.
El segundo paso determinante se produce después de las elecciones municipales del 79. Un mes después la figura de Ambrosio Calzada, alcalde de Cabezón de la Sal, pasó a la historia regional con letras mayúsculas, porque su corporación fue la primera en solicitar la autonomía de Cantabria. La iniciativa detona y acelera el proceso autonómico porque, a partir de esta acción había seis meses de plazo para conseguir todos los apoyos. Una carrera contrarreloj en la que resultó decisiva el aval del Ayuntamiento de Santander, que concentraba la mayor parte de la población.
Finalmente, con el apoyo de 87 ayuntamientos que representaban el 96% del censo, se imponen las tesis autonomistas. Así, la Diputación Provincial ratificó los acuerdos municipales y solicitó la autonomía el 21 de junio de 1979.
Pese a los obstáculos iniciales, el proceso ya no se detuvo. En septiembre del 79, se constituyó la Asamblea mixta de Parlamentarios y Diputados Provinciales que elaboró un borrador de Estatuto que sirvió de base para el definitivo. Así, al llegar al Congreso se constituyó una ponencia de la que -entre otros- formaron parte tres diputados cántabros: Alberto Cuartas y Justo de las Cuevas, por la UCD, y Jaime Blanco por el PSOE.
El Estatuto de Cantabria entró en vigor el 1 de febrero de 1982 y a los veinte días se constituyó la primera Asamblea Regional provisional bajo la presidencia de Isaac Aja. Por fin, la provincia de Santander pasó a ser la autonomía de Cantabria y el 15 de marzo de ese año José Antonio Rodríguez se convirtió en el primer presidente de la comunidad.
Hoy, cuatro décadas después, Cantabria disfruta de una autonomía consolidada y unas instituciones robustas tras superar en las primeras décadas algunos periodos complicados.
El Parlamento de Cantabria -que en esos primeros tiempos llevó el nombre de 'Asamblea'- es el núcleo central de representación ciudadana, control del poder y garantía de funcionamiento democrático de nuestra comunidad.
Cantabria nunca más volverá a perder su nombre, gracias a todos los ciudadanos que entonces salieron a defenderla, y gracias a los protagonistas políticos de aquellos años que escucharon y defendieron esta reivindicación.
Cada generación nace en un mundo nuevo; pero ahora, mientras todos nosotros somos el presente, tenemos la responsabilidad de custodiar el pasado y proteger el futuro de nuestra tierra. Cantabria.
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