Cantabria y el capital riesgo: falta de sintonía
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Si somos honestos con nosotros mismos, tendremos que admitir que este tipo de proyectos brillan por su ausencia en la regiónDe entre las variadas formas de financiación con las que, a priori, cuentan las empresas y los emprendedores para llevar a cabo sus proyectos, hay una figura, el capital-riesgo, que empieza a despegar en España pero que, se puede decir con plena seguridad, no ... sólo no ha cuajado en absoluto en Cantabria, sino que apenas se utiliza en la misma.
De acuerdo con la Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo (Ascri), el capital-riesgo se define como «una actividad financiera desarrollada por entidades especializadas, consistente en la aportación de capital de forma temporal (3-5 años) y generalmente minoritaria a empresas no financieras, de naturaleza no inmobiliaria y que no coticen en primeros mercados de valores». Su objeto es contribuir al desarrollo y expansión de la empresa para que aumente su valor; de esta manera, esto es, mediante la participación temporal y minoritaria de la entidad en el capital de la empresa, la primera se convierte en socio de la segunda, por lo que comparte de modo directo los riesgos asociados al funcionamiento de esta y, naturalmente, sus resultados.
Dependiendo de la fase de desarrollo en la que se encuentre el proyecto empresarial a financiar, el capital-riesgo puede ser capital semilla (seed), o de arranque (start-up), expansión, sustitución, adquisición con apalancamiento (leveraged buyout), reorientación y/o de refinanciación de deuda.
Pese a que el capital-riesgo sigue siendo muy minoritario entre las formas de financiación de la empresa en todo el mundo, tiene una presencia muy diferenciada por países. Estados Unidos, Reino Unido y Canadá se encuentran, tradicionalmente, entre las naciones en las que esta forma de capital es más relevante; dentro de los países desarrollados, el capital-riesgo en España tiene una importancia creciente; su peso con relación al PIB está en torno al 0,5%, una cifra muy similar a la de la propia media europea.
Por comunidades autónomas, y tal y como sucede a menudo con la mayoría de los indicadores, las diferencias llegan a ser abrumadoras, tanto si nos referimos al total de la inversión acumulada como a la inversión registrada en 2018, último año para el que se cuenta con información. En relación con esta última, el ranking lo lidera Madrid, seguida bastante de lejos por Cataluña y más aún por el País Vasco, representando entre las tres casi 84% del total; en el extremo opuesto, Cantabria, junto con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, es el único territorio del país que durante 2018 no recibió ni un solo euro en forma de capital-riesgo. En cuanto a la inversión acumulada, la historia se repite, aunque, como parece lógico, las diferencias regionales son ahora algo menos acusadas. Madrid, Cataluña y País Vasco siguen siendo, por este mismo orden, las comunidades más favorecidas por el capital-riesgo, con una cuantía que se sitúa en torno al 71,5% del total nacional. Si exceptuamos el caso de las dos ciudades autónomas, que no han recibido nada en los últimos años, Cantabria sigue siendo una de las regiones españolas peor paradas, solo 'superada' ahora por Canarias; la verdadera diferencia entre ambas comunidades estriba, sin embargo, en que mientras que en el archipiélago canario el capital-riesgo ha ido ganando presencia lentamente en los últimos años, aquí ha ocurrido lo contrario, merced, precisamente, al volumen de desinversión ejecutado cada año.
Teniendo en cuenta lo expuesto, no parece exagerado sostener que la afinidad o sintonía entre Cantabria y el capital-riesgo es prácticamente nula. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta no es nada sencilla, pues seguro que son muchos los factores que actúan para que esto sea así, aunque el más lógico y elemental, al menos a priori, es que en nuestra región no se plantean proyectos empresariales verdaderamente atractivos para las entidades de capital-riesgo. En contra de lo que algunos puedan pensar, la circunstancia de que seamos una comunidad pequeña no tiene por qué ser negativa, tal y como lo evidencian, por ejemplo, los casos de regiones como La Rioja, Navarra o Murcia, que anotan, tanto en relación a 2018 como en inversión acumulada, muchos mejores registros que Cantabria. Como indica la propia Ascri, «el inversor de riesgo busca tomar participación en empresas que pertenezcan a sectores dinámicos de la economía, de los que se espera que tengan un crecimiento superior a la media». Pues bien, si somos honestos con nosotros mismos, tendremos que admitir que este tipo de proyectos brillan, en Cantabria, por su ausencia.
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