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Un nuevo y probable confinamiento completaría el relato de un fracaso colectivo. Cuando lo caótico o lo insensato es más contagioso que el virus, ... la pandemia progresa imparable, el país se recluye, cada comunidad se aísla del resto -en Cantabria ya no sabemos si vamos o venimos, si subimos o bajamos, tales son los vaivenes- y los domicilios pueden convertirse otra vez en cárceles del inevitable secuestro. El presidente de todos se oculta tras el ministro, la dejación de funciones trocea diecisiete veces España para que cada taifa actúe del mismo modo que la vecina o de forma diferente, según le plazca, y el coordinador de emergencias es obligado a retractarse de su chanza grosera sobre las enfermeras, en este ahora de la broma macabra de las muertes y el descontrol institucional que nos lleva al desaliento, una de las enfermedades más temibles.
La desesperanza se está cronificando en Cantabria. La región se desliza con lentitud y sin frenos por una pendiente suave cuyo final es el abismo. El informe publicado por este periódico en el sentido de que Cantabria agudiza su fuga de cerebros, y hasta el 43,5% de sus titulados trabaja fuera, agrava una situación conocida y anunciada. Formamos a estudiantes para que otras autonomías se beneficien de su talento porque somos incapaces de rentabilizar el dinero invertido. Nada extraño. Hasta el presidente Revilla permuta reivindicación por conformismo, y en lugar de exigir al Estado lo que considera justo, acepta lo que le den, según se deduce de una reciente comparecencia en el Parlamento. Cantabria sufre un recorte en los Presupuestos, pero el País Vasco, a quien, naturalmente, se le da más que en ejercicios anteriores, ya avanza que «eso hay que mejorarlo».
La emergencia sanitaria es extrema, el riesgo se dispara, Cantabria confina a sus municipios, restringe la actividad, y a este fracaso colectivo, que previsiblemente dará próximamente un paso más con el arresto domiciliario, no son ajenos aquellos ciudadanos cuyo comportamiento alimenta al virus en lugar de frenarlo. Los expertos coinciden en tres aspectos fundamentales: el encierro es necesario, no habrá solución sin una vacuna y esto va para largo. Christian Drosten, uno de los más influyentes virólogos alemanes, recuerda una sencilla receta médica que pocos siguen con el rigor necesario. Según el científico, el escenario ideal es aquel en el que cada persona piensa que debe protegerse de la manera más efectiva posible porque todo el mundo está contagiado. El futuro inmediato no invita al optimismo, mas cuando esta crisis pase, Cantabria seguirá inmersa en otros problemas, menos letales pero no menos preocupantes.
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