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La concatenación de malas noticias para los cántabros se asemeja a una maldición. Todo lo que podía empeorar ha cumplido la ley de Murphy y si era posible que saliera mal el festejo del cuarenta aniversario del Estatuto de Autonomía, se cumplió la teoría del ... científico norteamericano. Al Parlamento de la calle Alta vino Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno de España, que consiguió lo imposible, que tras su gestión al frente del gobierno, el PP lograra cuatro de los cinco diputados que eligen los cántabros. Un récord jamás logrado. El expresidente socialista pronunció un discurso en el que defendió la propuesta socialista de reformar la financiación regional de manera que se prime la población sobre otras ratios, precisamente un escenario en el que Cantabria perdería una buena parte del dinero que ahora recibe. Naturalmente los diputados asumieron con resignación el discurso de quien habían invitado.
Juan Luis Fernández, periodista, filósofo e historiador, pronunció una lección magistral en el Ateneo en la que, con apabullante despliegue de datos, dibujó el mapa de la decadencia de Cantabria en los últimos ochenta años. Como colofón, planteó veinte propuestas que no llegaron a las noventa y una de Lutero, pero que deberían hacernos reflexionar. Como era de esperar la clase política hizo oídos sordos, porque no interesa conocer hechos que demuestran los errores cometidos.
Una de las apuestas del Gobierno cántabro para el futuro es la instalación de la protonterapia para tratar determinados tipos de cáncer en el Hospital Valdecilla. El primer golpe, el retraso en la tramitación por errores burocráticos; el segundo la donación de Amancio Ortega que elimina la exclusividad de Valdecilla y como remate el artículo publicado en El Diario Montañés por el oncólogo José Manuel López Vega centrando la realidad de un proyecto, quizás excesivamente sobrevalorado. Los hechos han obligado al ejecutivo regional a buscar un 'plan B' para conseguir la protonterapia con la idea de salvar los restos del naufragio.
El gobierno de coalición formado por el PSOE y Podemos apretó el acelerador y, el pasado miércoles, cortó de raíz la financiación de otros proyectos estrella del Gobierno regional-socialista. La ministra Nadia Calviño comunicó, sin paños calientes, que ni el polígono de La Pasiega ni el Museo de Prehistoria van a recibir fondos europeos. Quizás la ministra tenga razón al aducir que no encajan en la filosofía de esa ayuda milmillonaria activada por Europa para atender a la recuperación de la grave crisis económica producida por el covid... pero Cantabria no parece tener otras propuestas de peso para aspirar a los fondos de ayuda europeos.
Desde la Unión Europea se hizo pública la negativa a incluir a Cantabria en el corredor ferroviario del Atlántico, con lo que se esfuma la posibilidad de recibir ayudas de la UE para conectar con un tren de altas prestaciones Santander con Bilbao. La responsabilidad se la disputan diferentes departamentos, pero son los cántabros los que pagan el ninguneo ofensivo que padece la región por parte de quienes tienen poder en Bruselas. La guinda, aunque de menor importancia, ha sido la implantación del nuevo sistema de seguridad en los trenes de vía estrecha que, si ya eran lentos hasta la exasperación, ahora lo serán más y con menos frecuencias porque las vías no están preparadas para asumir esa nueva tecnología.
El Gobierno de España ha diluido en dos meses los castillos en el aire construidos durante años por el Gobierno regional. Uno tras otro, se han dejado fuera de las prioridades nacionales las peticiones de Cantabria y eso que aquí no se ha levantado el tono de voz y se han aceptado las negativas con una sumisión rayana en la apatía. En un inicio nefasto de este 2022, a los cántabros nos han dicho, claro y alto, que este Gobierno no nos tiene en cuenta, que se apuesta más por los independentistas que por quienes queremos mantener la solidaridad entre todos los españoles. Se prima a quienes no quieren compartir su riqueza con los menos favorecidos y, para rizar el rizo, se presenta esa línea política como de izquierda y progresista. Cantabria apenas ha levantado la voz ante este rosario de negativas y afrentas, se ha aceptado todo sumisamente. Es más, el PRC, el partido que se adelantó muchos años al movimiento nacido ahora en Castilla y León para defender, sin colores ni banderías, los intereses regionales, evitó con su voto la derrota del Gobierno de España en un asunto crucial como la reforma laboral. Parece que con la miel del apoyo masoquista nada se logra, quizás sea la hora de aplicar la hiel para hacerse oír por el Gobierno de España.
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