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La democristiana Angela Merkel (Hamburgo, 1954), desde 2005 'Kanzlerin' de la República Federal de Alemania, se va. Las elecciones de mañana darán lugar a una serie de negociaciones para elegir otro canciller. Según los sondeos, el socialdemócrata Olaf Scholz tiene muchas posibilidades.
Merkel se despide ... con buenos índices de popularidad doméstica y muchos reconocimientos internacionales. Por primera vez, una mujer ha liderado Alemania; los alemanes y otros pueblos realizan un balance favorable. ¿Cómo podríamos, sin embargo, valorar desde Cantabria, en lo que nos ha tocado, la gestión de Merkel? ¿Más bien positiva o no tanto? Hay que recordar que, desde nuestro ingreso en la Unión Europea hace 35 años, las decisiones tomadas en Alemania (normalmente en conjunción con Francia) han tenido directísimas consecuencias para nuestra economía, por medio las regulaciones de Bruselas.
Podemos preguntar, por ejemplo, a los trabajadores cántabros actualmente afectados por las conversaciones del ERE de Unicaja, la cual absorbe a Liberbank, que a su vez había integrado en su accionariado fundador a Caja Cantabria, durante cien años agente fundamental en la vida de nuestra región. Ya la formación de Liberbank había representado importantes sacrificios y ajustes, en un contexto de reconversión del sector financiero español. Y aquel acelerado tránsito de las viejas cajas a los nuevos bancos vino forzado por la manera en que Alemania y Francia impusieron a los países meridionales deudores la salida a la crisis de 2008. Faltó también capacidad del Banco de España y del Gobierno para hacer una reforma más proactiva.
Aquella crisis también se afrontó con un severo ajuste de cuentas públicas en la eurozona, que fue un error de Merkel de grandes proporciones (tan grandes, que se ha cuidado mucho de no repetirlo el año pasado con motivo del desplome del covid-19). Esa opción hizo que la recesión en muchos países se desenvolviera en forma de uve doble ('W', con caída + recaída), mientras que los anglosajones, que tiraron de sus bancos centrales para financiar gasto público de sostenimiento económico, solo registraron una uve ('V', sin recaída). Y únicamente cesó la tormenta cuando el Banco Central Europeo, por boca de Mario Draghi, adoptó en julio de 2012 la actitud anglosajona y lanzó su «lo que haga falta» por el euro (el famoso «whatever it takes»).
Pero aquellas decisiones previas generaron mucho daño social y euroescepticismo. En cierto modo, aún no se ha recuperado Cantabria de las consecuencias más profundas de aquel mayo de 2010 de conversión de Zapatero al austericidio, mientras lloraba a moco tendido la ministra de la cosa, diputada por Cantabria, Elena Salgado. Luego le diría Merkel: «José Luis, lo que has hecho por tu país es heroico». Pero también le sugirió que pidiera un rescate de España por el Fondo Monetario Internacional. Total, que aquella primera traviesa del AVE a Cantabria en Monzón de Campos se anuló, y se ha tardado once años en adjudicar un primer tramo. No es para aplaudir, la verdad.
En el plano europeo, el legado del liderazgo de Merkel y de los 'enarcas' franceses (de la, ahora sentenciada por Macron, École National d'Administration que formaba a la élite dirigente) ha sido terrible: el abandono de la UE por el Reino Unido y acaso de Irlanda, cuya posición es insostenible; el crecimiento de opciones políticas extremas y/o banales por todo el continente; el desapego autoritario de neomiembros de la UE, como Polonia y Hungría; y la falta completa de respeto por parte de potencias como Rusia, que se apoderó impunemente de grandes partes de Ucrania, o de Estados Unidos, que llegó incluso a espiar las comunicaciones de la canciller alemana. Ni como 'eurocántabro' puede uno sentirse demasiado contento con el merkelismo y su eje con París.
Desde que Merkel es canciller de Alemania, el PIB alemán ha crecido un 52%, el español un 34% y el cántabro solamente un 27%, según Eurostat. En cuanto al PIB por habitante, el germano ha subido en dicho periodo casi el triple que el de nuestro país y nuestra región, y ello sin contar el dato del pandémico 2020. Nuestra diferencia respecto de la locomotora europea, pues, se ha hecho mayor. Varias regiones orientales alemanas cuyo PIB por habitante era menor que el cántabro al inicio del mandato de Merkel, hoy lo registran superior, como Turingia o Brandeburgo. Esta situación no es estrictamente imputable a los democristianos alemanes, pues en varias legislaturas, incluyendo la actual, la CDU de Merkel ha gobernado en coalición con los socialistas del SPD (Scholz es de hecho su vicecanciller y ministro de Finanzas) o con los liberales del FPD. Hay una corresponsabilidad de un amplio espectro político que, sin abandonar un discurso europeísta, ha maniobrado exitosamente en defensa del interés alemán.
El desastre de la política europea en el Mediterráneo y los Balcanes, con las fallidas primaveras árabes en cuyas consecuencias ha muerto bastante más gente que en las oprobiosas dictaduras que había antes, con Siria como gran agujero negro y Libia como estado fallido, y el descontrol migratorio en el que también han fallecido muchos inocentes, y que ha dado a Turquía relevancia excesiva, quizá no hayan sido responsabilidad exclusiva de Alemania, pero desde luego ha tenido que pagar el alto precio de acoger de golpe a más de un millón de refugiados de Oriente Próximo. El más noble gesto de Merkel en toda su vida, sin ninguna duda, porque dar esperanza a cientos de miles de desheredados de la fortuna es algo para grabar en mármol. Sin embargo, es más difícil ver cómo esas avalanchas han venido de la falta de una auténtica política exterior europea para estabilizar y desarrollar las geografías cercanas.
Merkel ha sido una suave nacionalista alemana que ha procurado cubrirse siempre con el paraguas de Bruselas, y cuyos resultados para la integridad y cohesión del proyecto europeo, así como para su seguridad exterior, parecen más que discutibles. Para Cantabria, el balance de esta Alemania en recurrente 'gran coalición' CDU-SPD debería haber sido mucho mejor. Algo hemos hecho mal también nosotros; esto es lo único que nos incumbe enmendar.
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