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A menudo las principales novedades sobre los antiguos cántabros hay que leerlas en la prensa castellana, sobre todo de Palencia y Burgos. Y es que, ... al igual que en la Edad Media hubo que construir castillos para proteger la montaña y la verde 'trasmontaña' de los peligros procedentes de la llanura mesetaria, y de ahí nació 'Castilla', así también muchos siglos antes se construyeron castros fortificados, con similar función. Quizá por eso los lugares más interesantes sobre la antigua Cantabria, la post-paleolítica, estén en Campoo y más al sur.
Este mes se ha informado del hallazgo, en la campaña arqueológica del Instituto Monte Bernorio (Imbeac), de restos de una calzada cántabra en Santibáñez de la Peña (en el camino entre Cervera de Pisuerga y Guardo) que dataría de hace 25 siglos. Al parecer, los cántabros de entonces construían calzadas similares a las romanas. Se tenía previsto igualmente estudiar el yacimiento romano de Huerta Varona, en Aguilar de Campoo, que promete mucho, pero necesita más trabajos. Pudo haber allí, antes que galletas, una urbe considerable.
Los especialistas anunciaban también su próximo traslado a Villarén de Valdivia, junto a ese punto donde se tocan Palencia, Cantabria y Burgos, al pie del monte Bernorio, cuyo yacimiento se quiere seguir explorando. Como indica la guía del citado instituto, la cima de Bernorio, que pudo tener ya ocupaciones humanas muy antiguas, del Neolítico, el Calcolítico y la Edad de Bronce, formó con toda seguridad durante la Edad del Hierro, a saber, durante unos setecientos años hasta el siglo I antes de Cristo, una gran ciudad fortificada (un 'oppidum', en latín). Era mucho más que un castro en una loma. Aquello era como la Torrelavega de la Edad del Hierro, incluidos los gatos y perros domésticos. Desde Bernorio se dominaban muchas rutas de la zona, entre Pisuerga y Ebro, entre mar y meseta. Tras las guerras cántabras, los romanos lo convirtieron en una plaza fuerte, un 'castellum'. En total se calcula casi un milenio de habitación continuada de esta gran elevación. Así que el origen de los castillos de Castilla es la fortificación cántabra, prolongada por el romano.
Bernorio fue también una fortificación durante la guerra civil de 1936-1939, con alternativas de combate entre unos y otros ejércitos, lo que demuestra que algunas funciones geopolíticas se conservan incluso en el paso de los milenios, así como se conservan los defectos de la humanidad para que no se pierda ni el peor de ellos. Hubo destrozos de material arqueológico, y las investigaciones de posguerra acabaron paralizándose durante casi cuatro décadas, hasta que en 2004 empezó el actual proyecto, con colaboraciones universitarias españolas y extranjeras, y que cada verano procura alguna noticia. La gran ciudad fortificada debió de perecer en un enorme incendio. Más tarde hubo un fuerte romano, más pequeño que la antigua ciudad. Tras la visita a Monte Bernorio, la guía aconsejaba pasar al cercano pueblo de Pomar de Valdivia, para conocer 'El Castillejo', con una larga historia también prerromana y romana, aunque acaso más modesta, y que sirvió en la Edad Media como uno de los puntos de relevancia militar para el área de las loras.
Heinrich Schliemann empezó a excavar en la colina anatolia de Hissarlik en 1870 y tres años después ya había encontrado la famosa Troya. En 1876 comenzó a excavar en Micenas, en el Peloponeso, y dos años después ya había hecho la primera publicación sobre los hallazgos. Cuando falleció en 1890, en un hotel napolitano, había realizado cuatro campañas troyanas y otras en Tirinto, cerca de Micenas, y en Orcomeno, en Beocia. Seguramente sus procedimientos eran muy heterodoxos y hoy cualquier arqueólogo profesional se prohibiría a sí mismo tales alegrías. Pero el hecho de que Schliemann sacase a la luz Troya y Micenas sí quiere decir algo: el entusiasmo por el conocimiento es un ingrediente imprescindible de la ciencia, algo que la ciencia actual a veces olvida, por sus hábitos burocratizados y/o sus problemas crónicos de financiación de la investigación.
Pero el caso es aún más llamativo en la comunidad de Cantabria, cuya misma denominación evoca aquellos pueblos de los castros. Si la Cantabria oficial hubiera mostrado por estas gentes la pasión arqueológica que Schliemann puso en su búsqueda de las leyendas homéricas, seguramente ahora la situación en el Campoo cántabro y en el castellano, e incluso en toda la última línea de loras y lomas entre Cistierna y acaso Poza de la Sal, mostraría un aspecto muy diferente, en cuanto a recuperación y protección de patrimonio, su valorización para uno de los ejemplos de libro de la España vaciada, y un mayor conocimiento de las poblaciones de cuyo nombre antiguo viene el actual del autogobierno.
Alguna vez he hablado de Amaya, la gran fortaleza de los cántabros en el alto Pisuerga, como defensor de causas evidentemente perdidas y creyente en que en la historia no solo tiene consecuencias lo que produce una cadena de efectos inmediatos, sino también lo que supone un ejemplo y defiende un valor, pues eso, como decía Kant previendo el descarrilamiento de la Revolución Francesa, tendrá efectos más tarde. Y efectivamente, aunque la Revolución como régimen degeneró en otras cosas (Terror, Imperio, Guerras, Restauración), sus ideales de libertad e igualdad continuaron produciendo realidades mucho después.
En cuarenta años la Cantabria autónoma y que se quiere 'corocótica' ha hecho, oficial y científicamente, mucho menos por los cántabros que invoca que lo que hizo Schliemann en menos de una década por sus Príamos y Agamenones (¡y pagándolo de su bolsillo!). No tenemos una pasión homérica oficial, general, por aquello sobre lo cual algunos entusiastas siguen excavando, divulgando por Internet u organizando recreaciones como las Guerras Cántabras. La velocidad de investigación en toda esa zona que fue la verdadera Cantabria antigua y luego la naciente Castilla medieval no es que no sea troyana, sino que es difícil de calificar. ¿Se necesita un siglo? ¿De verdad? En cuarenta años, Cantabria apenas se ha interesado oficialmente por los cántabros. ¿No serán sus verdaderos descendientes los palentinos?
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