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El malestar del sector ganadero hace que se levante una vez más para decir alto y claro al Gobierno del Sr. Revilla: basta ya, respeto ... al medio rural.
Entre los muchos problemas de los ganaderos de Cantabria, como sanidad animal, acceso a la tierra, inversiones millonarias, altos costes de producción, financiación, recortes en las ayudas de la PAC, mercados volátiles, carga burocrática, prohibiciones y normativas absurdas que van y vienen a criterio de señores de acera, zapato y corbata; además estamos perdiendo nuestra cabaña ganadera por los ataques del lobo que, como el resto de nuestros problemas, parece contar con el visto bueno del Gobierno.
El consejero responde después de tres años, a las puertas de unas elecciones, a una demanda reiterativa del sector ganadero, al cual ha ignorado toda la legislatura. Señor Oria, su intento de remediar el grave problema que tenemos llega, tal y como nos tiene acostumbrados, tarde y mal.
Al fin, el pasado 20 de diciembre se aprueba en el Parlamento de Cantabria la modificación de la Ley de Caza, condicionada por Ciudadanos para aprobar el presupuesto de 2019, y apoyada por todos los grupos excepto Podemos. Esta modificación es indispensable para que se paguen los daños del lobo en todo el territorio, porque somos muchos los ganaderos que estamos dando de comer al lobo gratis, y poniendo en riesgo el pan de nuestros hijos, la viabilidad de nuestras explotaciones y el patrimonio natural de Cantabria, que por falta de ganado menor se está convirtiendo en un polvorín y dudo que los cántabros quieran gastar el dinero de sus impuestos en extinción de incendios forestales: estoy segura de que les encantaría ver nuestras montañas llenas de cabras, ovejas, vacas, caballos como antaño, que además de desarrollar una labor de desbroce natural como los mejores jardineros que podemos tener, contribuyen medioambientalmente a la conservación de ecosistemas de alto valor ecológico y a un importante ahorro en la factura de extinción. Por si esto fuera poco los animales que pastan en las montañas de Cantabria contribuyen al desarrollo de una actividad económica tradicional e indispensable para nuestra tierra y fijan población, ahora que se ha puesto tan de moda esto de la despoblación; proporcionan a los ciudadanos alimentos de calidad, alimentos que llenan nuestras mesas esta Navidad y que disfrutamos con nuestros seres más queridos.
Todo esto parece no importarle al presidente de Cantabria. El Sr. Revilla, uno de los políticos que más ha defendido el sector ganadero, ahora pone sus ojos en el arco de la bahía porque allí es donde se concentran los votos, porque gracias a las políticas nefastas, a la falta de visión de futuro y con un Gobierno agotado que no legisla en sintonía con las políticas europeas, ha dejado morir poco a poco los pueblos que un día le llevaron a la Presidencia de Cantabria. No se puede negar la mejora de nuestras carreteras pero, como me dijo un abuelito de Cañedo, «las carreteras las han hecho para que se marchen los pocos que quedaban».
¿Y por qué digo esto? Porque con el próximo plan de gestión del lobo que está ahora encima de la mesa, declaran el 67% del territorio de Cantabria «tierra de lobos», justo donde se desarrolla la actividad ganadera en extensivo más importante de Cantabria, donde están nuestras denominaciones de origen, nuestros sellos de calidad, los problemas de despoblación, las producciones que alimentan a los ciudadanos, las producciones que necesita la industria agroalimentaria.
Nos quieren engañar con medidas económicas irrisorias, cuando se ha pronunciado la UE instando a los gobiernos a pagar el 100% de todas las medidas preventivas y los costes indirectos derivados de los ataques del lobo, mientras el Gobierno de Cantabria, de cara a las elecciones, crea una partida insuficiente para los ganaderos de esta tierra, cada vez menos infinita. Nos proponen que volvamos a modelos agotados que no se corresponden con el siglo XXI ni con las políticas de un mercado europeo cada vez más competitivo, teniendo que renunciar a la conciliación de nuestra vida familiar y laboral, a nuestros derechos fundamentales y a una calidad de vida ya bastante limitada simplemente por el hecho de vivir en un pueblo de montaña.
El lobo es un depredador, un animal irracional que actúa por instinto y con una población descontrolada, con 2.700 animales siniestrados sólo en la reserva del Saja. No es el lobo el enemigo de los ganaderos de Cantabria, nuestro enemigo es el Gobierno, que tiene que velar por que podamos desarrollar nuestra actividad económica con las garantías necesarias como cualquier otro sector; lo mismo que se regulan las gaviotas, las ratas, los estorninos o los jabalíes en las ciudades, en el medio rural se tiene que regular la población del lobo. ¿O acaso somos ciudadanos de segunda?
El plan de gestión del lobo no contempla el lucro cesante de las ganaderías afectadas, habiendo ya sentencias judiciales firmes y contundentes al respecto: sólo en la reserva, 300 ganaderías afectadas.
Un plan de gestión del lobo que lejos de solucionar y garantizar la supervivencia del sector productor, la identidad de una tierra, la fijación de población, la conservación del patrimonio natural y arquitectónico, pone de nuevo en jaque al medio rural y apuntilla un sector herido de muerte. Control efectivo del lobo ya.
Marta García Martínez es ganadera y presidenta de Aseamo Cantabria
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