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Se empieza a sentir un dolor fuerte en el vientre. Piensas que te ha sentado mal la comida o estás cansada. No puede ser otra cosa porque es demasiado pronto. Dos mujeres, Maika y María, separadas 422 km piensan lo mismo a la vez. 18 ... horas más tarde pasa lo que no querían: dan a luz a un bebé prematuro, pequeño como un brick de leche, pequeño y precioso. Ese bebé ha tenido la suerte de nacer en España y nuestro sistema sanitario hará todo para que sobreviva. Y lo conseguirá. Tras más de 4 meses rodeadas de cables y angustia, tras 250.000 € invertidos por todos nosotros para salvar esa preciosa vida, ocurre el milagro y pueden llevar a su bebé a casa. Tienen, eso sí, un largo camino por delante; como dice el neuropediatra, a ese pequeñín hay que darle caña: estimulación, fisioterapia, ayudarle a desarrollar el lenguaje con logopedia etc. Su cerebro y su cuerpo necesitan un empujón extra y ahora empieza la carrera de fondo que marcará su futuro.
De los 0 a los 3 años los cerebros están desarrollándose muy rápido y, con los tratamientos adecuados, pueden llegar a desaparecer los rastros de la prematuridad o de otros problemas del desarrollo. De esa atención temprana va a depender que el niño pueda andar, comunicarse o que no tenga que usar pañal de por vida. Es igual a lo que hacemos cuando a un adulto le da un derrame cerebral, pero con una gran diferencia: cuando se trata de bebés con problemas de desarrollo el sistema sanitario español no cubre estos tratamientos. Parece increíble ¿no?
La atención temprana para niños con problemas en el desarrollo no está incluida en la cobertura nacional del sistema de salud. Por eso hay diferencias inverosímiles: Maika tiene su primera cita para la atención temprana a la semana del alta y, a solo 422 km de distancia, María no. María tendrá que esperar un año a que la llamen de servicios sociales y, pese a los mil informes médicos, su bebé tendrá que pasar una evaluación que decidirá si se le concede (o no) el derecho a los tratamientos que necesita urgentemente. Luego entrará en otra lista de espera para empezar la terapia. Quizá tenga un tratamiento a la semana, o uno al mes, quizá solo fisioterapia, quizá con suerte también logopedia. Hay todo tipo de variabilidad dependiendo de dónde nacen las criaturas. Por eso, uno de los niños tendrá un desarrollo normal y el otro, que apenas recibió terapia hasta cumplir 18 meses, sufrirá secuelas de por vida que le harán dependiente. Esto será así aunque estos dos niños tenían las mismas posibilidades al nacer. Pero su futuro será totalmente distinto. La diferencia solo se explica por las líneas invisibles que separan a estas dos mujeres: los límites de las comunidades autónomas.
Algunas CCAA han decidido que no tiene sentido poner trabas a estos tratamientos sanitarios y los incluyen en su cartera de servicios dándoles prioridad, como Cantabria. Otras, de cuyo nombre no quiero acordarme porque esto no se trata de buenos y malos, no lo incluyen. ¿Se imaginan que tuviéramos que rellenar solicitudes para que nos concedan la quimioterapia y esperar 6 u 8 meses después del diagnóstico de cáncer? No lo permitiríamos como sociedad. Pero con la atención temprana esto sí está sucediendo y creo que lo permitimos porque estas familias son invisibles para nosotros. Porque no les damos voz. Porque están en situaciones muy difíciles y tienen que concentrarse en sobrevivir. De hecho, a María la despidieron cuando se puso de parto y no tiene ni ganas de buscar un abogado que la defienda. Está centrada en luchar por el futuro de su hijo: conseguir dinero, llevarle todos los días a terapia, hacer ejercicios en casa… Muchas familias se gastan lo que no tienen en acudir a centros privados (pueden alcanzar los 1.000 € al mes solo en tratamientos), sumiéndose en situaciones dramáticas de deudas y pobreza. Son, sin duda, las familias más vulnerables y a las que más deberíamos cuidar, pero son los grandes olvidados de nuestro sistema de salud y de nuestra sociedad.
Lo más absurdo es que invertir en prevenir la discapacidad no es solo humanitario, sino que es eficiente en términos económicos. Algunos estudios demuestran que si invertimos un dólar en atención temprana se ahorran siete dólares en los años siguientes. En Cantabria hemos tenido la suerte de contar con profesionales que desde hace años se han desvivido por enderezar esta situación. Por eso, se incluyó la atención temprana como parte incuestionable y prioritaria de la atención sanitaria hace más de 15 años. Sin listas de espera ni laberintos burocráticos. Por eso, entre todos, tenemos que conseguir que, nazcan donde nazcan, los niños y niñas con problemas de desarrollo reciben la atención temprana que necesitan. Hay que Cantabrizar España.
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