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Hace poco más de un siglo, el 31 de octubre de 1920, Leonardo Torres Quevedo, ingeniero de Santa Cruz de Iguña, les decía a los miembros de la Academia de la Lengua que «os habéis equivocado al elegirme. Yo seré siempre un extraño en vuestra ... sociedad sabia y erudita». La respuesta de Rodríguez Carracido, en nombre de la RAE, fijó el nuevo rumbo de una institución que «vislumbra las futuras exigencias lingüísticas (...) y sustituye a Galdós por Torres Quevedo, el inventor de maravillosos artificios, honra y prez de la ciencia española, sin pedirle testimonio de sus aptitudes para el cultivo de las bellas letras». El sillón 'N', heredado de un escritor tan vinculado a Cantabria como Benito Pérez Galdós, fue el mismo que ocupó en 1754 el castreño José de Rada, el primero del listado de nombres cántabros que cierra, por el momento, Manuel Gutiérrez Aragón.
El centenario del ingreso atípico en el mundo literario del científico, genio de la mecánica y creador de transbordadores, calculadoras, máquinas de teledirección, dirigibles y autómatas, es un buen motivo para recordar a cuantos montañeses forman o han formado parte de la RAE, si bien la Academia, fundada en 1713, desconoce el lugar de nacimiento de algunos de sus miembros más antiguos. Según el registro histórico, el capellán real José de Rada y Aguirre fue el primer cántabro en la RAE. Llegaron después Tomás Antonio Sánchez (natural de Ruiseñada, ingresó en 1768), investigador y bibliotecario del rey; Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1881), José María de Pereda (Polanco, 1897), Torres Quevedo (1920), los santanderinos Gerardo Diego (1948), Elena Quiroga (1984) y Jesús Aguirre (1986), Eduardo García de Enterría (Ramales, 1994), los también santanderinos José Hierro (1999) y Álvaro Pombo (2004) y, finalmente, Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 2016). Un total de doce.
Nadie dudará de la condición de santanderinos de Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, editor, escritor, traductor y duque consorte de Alba, o del poeta José Hierro, a pesar de su nacimiento madrileño. Otros autores de estrecha relación con esta tierra fueron académicos, como el vallisoletano José María de Cossío (1948), hijo adoptivo de Cantabria y señor de la Casona de Tudanca; el sacerdote Diego de Villegas y Saavedra (1733), natural de Piura (Perú), quien preparó la letra 'H' del primer diccionario académico y cuya familia procedía de Silió; el mexicano Fermín de la Puente (1850), muerto en Omoño, el pueblo paterno, o Pedro de Madrazo (1881), hijo del pintor santanderino José de Madrazo, nacido en Roma por el simple hecho de que su padre trabajaba allí. Personajes todos ellos, unos más y otros menos, que hicieron honor al viejo lema (1715) de la RAE: limpia, fija y da esplendor.
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