La otra cara de la memoria histórica
LA TIERRA DORMIDA ·
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Abochorna ver cómo se consiente el humillante abandono del Palacio municipalSi el pasado cuenta, es por lo que significa para nosotros. Es el producto de nuestra memoria colectiva, es su tejido fundamental... Nos ayuda a ... comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy». Me topo con esta afirmación del historiador Jean Chesneaux cuando trato de desentrañar los motivos por los que el Gobierno PRC-PSOE, apoyado por la inacción clamorosa de casi toda su oposición, está permitiendo que, por enésima vez, se haya tenido que apuntalar el Palacio municipal para evitar el derrumbe de un edificio que, hasta hace bien poco, era uno de los escasísimos orgullos arquitectónicos de esta pacienzuda ciudad. Abochorna ver cómo, mientras se hacen lavaderos para bicicletas, se consiente el humillante abandono de la reminiscencia en piedra de nuestro mejor pasado. Quizás se esté olvidando que el patrimonio arquitectónico es el memento de quienes crearon esta ciudad, de sus éxitos económicos y sociales, de sus preferencias estéticas... Estos edificios tienen su voz propia, no son solo piedras apiladas que han conseguido sobrevivir al paso del tiempo. Son documentos pétreos de cómo y por qué nuestra colectividad decidió erigir un edificio, lo que indudablemente ayuda a comprender e interpretar los afanes de la sociedad que nos precedió y que impulsó su construcción. Los edificios también forman parte de la memoria histórica, incluso, hasta esas casas viejas de nuestros barrios vetustos, porque nos cuentan, a su manera, historias que han terminado por redactar la actual biografía ciudadana. Envejecer no hace a las personas y a las cosas inservibles. Al menos por esta consideración -si no se es capaz de otra más elevada- se debe proteger y mantener este noble edificio, no permitiendo que lo antiguo se convierta en ruina, como proponía Albert Speer -el arquitecto nazi al que Hitler encargó la mayoría de sus faraónicos proyectos- quien mantenía que cualquier edificio debería ser levantado pensando en que, al cabo de los años, se convirtiera en una 'admirable' ruina. Desconozco si la Ley 16/1985, de 25 de junio, que redefine el Patrimonio Histórico y amplía considerablemente su extensión, podría incluir al Palacio entre los que deben ser especialmente protegidos: «... los bienes muebles e inmuebles; el patrimonio arqueológico y etnográfico; los museos, archivos y bibliotecas de titularidad estatal; así como el patrimonio documental y bibliográfico», y, si así fuera, 'alguien' debería obligar a 'alguien' a que evite que el palacio construido en 1888 por el indiano Luciano Herrero Proigas, según proyecto del arquitecto Joaquín Rucoba, termine entrando en la vergonzosa Lista Roja del Patrimonio. Uno no puede ni debe tratar de borrar el pasado por el mero hecho de que no se ajusta a lo que conviene en el presente, proclamó Golda Meir.
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Ana del Castillo
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