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Torrelavega, una ciudad con una rica historia económica y cultural, se encuentra en una encrucijada crucial de su desarrollo. Al mirar hacia el futuro, es fundamental plantearnos qué modelo de desarrollo socioeconómico deseamos para la ciudad. La pregunta no es sólo si debemos rescatar nuestra ... tradición industrial o avanzar decisivamente hacia una sociedad de servicios o incluso ambas, sino cómo podemos hacerlo de manera que potencie nuestras capacidades y recursos propios.
Una de las verdades incuestionables en el contexto actual es la necesidad de abrir un proceso de reflexión profundo y orientado a la acción. No se trata de caer en diálogos interminables o en análisis puramente académicos que, si bien son necesarios, a menudo terminan en la parálisis por análisis. Torrelavega necesita definir claramente sus objetivos y marcar un plan estratégico que se convierta en acciones concretas y medibles.
Desde junio de 1997, con la elaboración de un Plan Estratégico para revitalizar el centro, se viene diagnosticando que Torrelavega carece de un centro histórico, cultural y comercial atractivo. Entonces, se plantearon diversas medidas, una de las cuales fue la definición espacial, comercial y social, a la que se llamó Barrio Concha Espina con su enfoque en el urbanismo comercial, que surgió como respuesta a diversas carencias, intentando mejorar la experiencia de compra y la comodidad en el centro de la ciudad.
En este contexto dinámico, el desafío es doble: por un lado, mejorar la infraestructura y la oferta cultural y recreativa de la ciudad y por otro, adaptarse a las rápidas transformaciones del entorno global.
La competencia entre localidades y regiones es feroz, y la rapidez con la que cambia el mundo exige una flexibilidad y capacidad de adaptación que a menudo contrasta con la tendencia a aferrarse a enfoques tradicionales desde lo público.
Una estrategia que podría ser especialmente fructífera para Torrelavega es la de identificar y potenciar sus diferencias y ventajas competitivas intrínsecas. No se trata de buscar diferenciarnos artificialmente, sino de reconocer y cultivar aquello en lo que ya somos únicos y competitivos. Esta es la clave para un proceso de reflexión estratégica que no solo es necesario, sino que puede ser verdaderamente transformador.
En lugar de mirar siempre hacia fuera en busca de soluciones, como el turismo o las nuevas tecnologías, deberíamos también centrarnos en fortalecer lo que ya tenemos. La ciudad tiene una capacidad endógena sólida arraigada que a veces cuesta reconocer y que podría ser aún más potenciada.
Es crucial que cualquier modelo de desarrollo para Torrelavega abarque no solo lo económico, sino también lo cultural, urbanístico y demográfico. Esto requiere una planificación y una ejecución meticulosas, con una visión a largo plazo que nos permita no solo adaptarnos al cambio, sino liderarlo.
El futuro de Torrelavega, y en parangón Cantabria, dependerá en gran medida de cómo se manejen estos desafíos y oportunidades. El camino hacia el progreso no está predeterminado, sino que se construye día a día, con cada decisión que tomamos.
La ciudad tiene el potencial de ser un modelo de innovación y crecimiento sostenible, siempre que sepa combinar inteligentemente su rica herencia con un enfoque audaz y adaptativo hacia el futuro, lo cual exigirá que Torrelavega y la Comarca del Besaya, esta vez sí, sea el foco de atención por parte de toda la Administración.
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