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En nuestra sociedad actual hay que obtener una titulación para casi todo. Tenemos que validar nuestras destrezas o capacidades en cientos de ámbitos. Pero quizá ... para los dos más importantes que existen, ser padre en lo individual y gobernar a otros, en lo colectivo, no hay requerimiento alguno.
Venimos al mundo como hijos y damos vida, como padres, sin que nadie nos haya capacitado ni para lo uno, ni para lo otro. Ahora bien como padres tenemos consciencia y responsabilidad pero nadie nos prepara para semejante carrera emocional.
Cuando uno es hijo puede permitirse, casi, cualquier tipo de comportamiento, que sumado al atrevimiento de la ignorancia, pone a la imaginación a plena potencia. Pero como padres debemos ser equilibrio, mesura, inteligencia, afecto incondicional, paciencia, ejemplo, entrega y dedicación a nuestros hijos; al menos debemos intentar serlo.
Ser padre o madre es relativamente fácil si la biología y la voluntad del querer ayudan. Ahora bien ejecutarlo con maestría y con buenos resultados, que nunca se ven a corto plazo, eso ya es harina de otro costal. Por eso me pregunto y a tenor de la relevancia que ello puede tener en la vida de todos ¿tan difícil sería que en los colegios o en la universidad se nos enseñara, un poquito, a ser buenos padres? Y de paso también a ser buenos hijos ¿Por qué no? Una asignatura de vida que ponga de manifiesto todo lo esencial de la paternidad; las herramientas de gestión psicológica en las diferentes edades del hijo; la importancia de los límites, el no malcriar, la educación en valores, el ejemplo que debe ser de doble sentido, como los afectos, la importancia de los abrazos, del estímulo por el esfuerzo, del ánimo a tener su propia identidad (y no la de los populares de clase, que suelen ser los más impopulares en la edad adulta).
Sí, estoy convencido de que nos vendría muy bien una acreditación de paternidad responsable en donde padres e hijos tengamos identificados los mismos derechos y obligaciones; la reciprocidad en este sentido es esencial. Porque cuando se tiene un hijo es para toda la vida y se hace por ellos todo lo que sea preciso y necesario, pero tan sólo con voluntad no vale. Hace falta conocimiento, experiencia aportada por otros, dedicación para ser padre o madre, pareja, empleado o empresario; todo a la vez. Hace cien años el anteproyecto de pareja lo daban los padres, con petición de mano previa y la sociedad daba su parabién a una flamante pareja con visos de descendencia. Hoy no hay peticiones ni condiciones, lo cual está muy bien, pero quizá unas buenas recomendaciones serían pertinentes para no acabar teniendo hijos impertinentes o maleducados. Sé que no hay fórmulas mágicas pero sí ideas brillantes.
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