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Llevamos semanas leyendo distintos comentarios sobre el optimismo o pesimismo respecto a la evolución de la economía regional, la sensibilidad más o menos positiva de la confianza empresarial ante las magnitudes macroeconómicas nacionales e internacionales, el impacto de los vaivenes políticos en la actividad ... empresarial de Pymes y/o emprendedores, y así un largo etcétera. A veces resulta conveniente salir del campo de batalla diario y observar qué se habla de Cantabria a nivel nacional.
El Instituto Nacional de Estadística ha publicado últimamente algunos datos relevantes. Este mes se ha publicado el dato del 'Indicador de Confianza Empresarial' que, si bien desciende a nivel nacional un 0,4% para el primer trimestre de 2020 respecto del cuarto trimestre de 2019, en Cantabria desciende un 5,5% situándose en la última posición de la tabla nacional.
La encuesta del 'gasto de I+D sobre el PIB' publicada en noviembre de 2019 nos sitúa en un porcentaje del 0,85% lejos de la media nacional situada en el 1,24% del PIB. Este es un viejo asunto para la región. La Fundación Cotec señala que el esfuerzo inversor en I+D regional del 0,85%, aunque insuficiente, se distribuye en un 0,5% de esfuerzo de inversión en I+D pública y un 0,35% de esfuerzo de inversión en I+D privada que se incrementa a su vez un 18,2% frente al ejercicio anterior.
La encuesta de 'Innovación en las empresas' publicada en diciembre 2019, que mide el porcentaje sobre la población, de empresas innovadoras de 10 o más asalariados por comunidad autónoma, sitúa de nuevo a Cantabria por debajo de la media nacional con un 16,5% de empresas innovadoras frente a la media del 20%.
Se pueden hacer muchas lecturas de estos datos y de otros muchos. Lo que parece evidente es que las nuevas actividades económicas intensivas en conocimiento y tecnologías buscan ecosistemas punteros en I+D+i y talento para ubicarse. La cuarta Revolución Industrial en la cual nos encontramos inmersos, impulsada por las tecnologías digitales, entre otras, junto con el proceso de globalización económica han puesto en el centro de atención los recursos sobre los que descansa y de los que depende cada vez más el progreso de las regiones. La competición global, el liderazgo internacional y la prosperidad de las regiones, se dirime en el campo del desarrollo tecnológico.
Está claro que el nivel de inversión regional en I+D+i, y su evolución reciente, es claramente insuficiente. Por todo ello las políticas de I+D+i deben impulsarse, tanto a nivel público como privado, dotándose de mayores presupuestos con el objeto de ser más efectivas en la conversión del conocimiento en valor social y económico. La III encuesta de 'Percepción Social de la Innovación en España' publicada por la Fundación Cotec en enero de 2020, señala que tres de cada cuatro españoles tienen una visión positiva de la innovación, pero su confianza es inestable y en solo dos años acumula una caída de dieciséis puntos porcentuales. Concluye que resulta totalmente imprescindible trabajar desde todos los ámbitos para que la brecha tecnológica no sea generadora de mayores desigualdades entre las distintas capas sociales.
En Cantabria estamos en un buen momento quizás, dado que todas las comunidades autónomas españolas se encuentran diseñando sus Estrategias de Especialización Inteligente para el período 2021-2027 que serán financiadas con fondos comunitarios. Esto se debería traducir en más apoyo a las pymes, a la digitalización, a la internacionalización y a la inversión productiva. Resulta evidente que los esfuerzos de inversión pública deberían orientarse a traccionar proyectos estratégicos de I+D+i para empresas que quieran abordar centros privados de investigación y desarrollo, es decir, que quieran hacer I+D+i de manera más estable y recurrente en la región. También es preciso pensar en las sinergias que puede generar la interacción en materia de I+D+i entre pequeñas y grandes empresas de la región. Resulta importante impulsar programas de innovación abierta público privados en Cantabria en los que pequeñas empresas tecnológicamente punteras de la región puedan ayudar a resolver retos tecnológicos a las grandes y de igual manera trabajar para identificar fortalezas regionales que impulsen ecosistemas de innovación especializados, para los que también existirán fondos europeos.
Otro asunto a tener en cuenta es la necesidad de diseñar políticas que ayuden a mantener y atraer centros de decisión empresarial a la región. Aunque el capital nacional o extranjero es en muchas ocasiones la solución para que empresas que necesitan recursos, puedan crecer o internacionalizarse, no es menos importante que se debe trabajar, en políticas regionales para resolver la estructura accionarial a largo plazo de empresas tractoras, haciendo compatible mantener el centro de decisión en Cantabria con la adaptación a un mundo global.
Aunque los retos son muchos, si queremos continuar con un peso del sector industrial por encima de la media nacional, es preciso trabajar para el impulso de estructuras productivas globalmente competitivas e impregnadas en tecnología. Para ello las empresas tienen que apostar por la innovación, pero también resulta imprescindible coordinar entre todas las partes, ecosistemas especializados para ayudar a que cada vez haya más empresas que entren en este juego, especialmente las pymes, a las que seguramente hay que involucrar más.
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