Secciones
Servicios
Destacamos
Estos días de confinamiento y distancia nos están acercando, paradójicamente, a personas y lugares. Por un lado, en casa redescubrimos un espacio al que pertenecemos y que ahora más que nunca es refugio y protección. Pensamos en quienes carecen de él y que en una ... situación de estas características se encuentran doblemente desprovistos de tutela. Y reconvertimos un lugar con una función determinada en un país sin fronteras, donde confluyen todas nuestras facetas vitales: la personal, la familiar, la profesional, la social. Se diluyen las categorías y nos vemos obligados a compartirlas sin solución de continuidad, como también lo hacen quienes cohabitan con nosotros. Los espacios y las personas se resignifican, de un día para otro convivimos en contextos en los que habitualmente no lo hacemos y aprendemos a conocernos. No ignoro que habrá tensiones, pero donde no las hay o donde se reconducen surge una oportunidad para el acercamiento.
También nuestros vecinos, de repente, forman parte de algo común. Normas escritas y convenciones nos limitan los movimientos. Sin embargo, se refuerzan los códigos de reconocimiento en el otro, al aplaudir por las ventanas, al cantar cumpleaños feliz al niño del cuarto, al gritarse «ánimo» unos a otros, al saludarse con distancia, pero con complicidad y comprensión, si uno se cruza al bajar la basura o al ir a hacer la compra, la misma comprensión que se tiene con esos niños y niñas que no entienden bien el sentido de su encierro, que no saben cuándo volverán al cole, pero que nos están dando una lección de resistencia y humanidad.
Amigos y conocidos de los que hace tiempo, años incluso, que no teníamos noticia, surgen con mensajes y llamadas, preocupados los de fuera por la imagen que les devuelven titulares y cifras. Si no hay víctimas al otro lado de la línea, lo que les llega entonces es una cotidianeidad en la tragedia que les calma, al menos de forma transitoria. Esta adversidad humaniza, nos sentimos pequeños y nos acercamos, todos, para establecer o restablecer unas redes que ya no rezuman urgencia sino manos extendidas y anhelos de comunidad. Videollamadas múltiples con familiares y amigos, viendo las caras y escuchando las voces de personas que hace tiempo que están lejos, cenas por Skype, rutinas compartidas, todo en un afán de cercanía, como es lógico rayana en la obsesión. Y cultura, mucha cultura: películas, libros, música, incluso representaciones on-line de obras teatrales y otros espectáculos… la cultura nos alivia el alma en este tiempo de espera, presenta de este modo virtudes terapéuticas, algo de lo que conviene tomar nota en el tiempo que vendrá.
Más allá de todo esto, el fenómeno adquiere tintes singulares en el ámbito profesional. Quienes pueden trabajar desde casa lo hacen de forma individual, pero también se conectan con otras personas por motivos laborales.
Y en este aspecto alguien sostenía estos días que resulta llamativo cómo de esta forma nos estamos adentrando en las casas de los demás, traspasando, así, la frontera más íntima, la que se infiltra en el espacio de refugio y protección. Esta reflexión me llevó a revisitar en Filmin la hipnótica En la casa, de François Ozon (basada en la obra teatral de Juan Mayorga), ese vaivén entre realidad y ficción, es decir, un vaivén que ahora nos resulta familiar.
Ozon propone el atractivo de la normalidad y la cotidianeidad desde los ojos de un adolescente turbado que se adentra en la casa «de la mujer de clase media» desde un contexto que siempre se intuye nublado y que sólo al final se desvela. Más allá de las particularidades del guión, como en la película, el trabajo a distancia, con reuniones y clases por diversas plataformas, nos adentra en las casas de personas a quienes sólo conocíamos con un disfraz, el de nuestra relación profesional. Ahora los vemos y nos ven en este entorno íntimo – un cuadro allí, unos libros allá, unas interferencias familiares, unos objetos descuidados en un ángulo -. Con ello se abre la puerta a otros disfraces - el familiar, el personal -, disfraces en los que además ahora somos vulnerables y aceptamos abrirnos a cuestiones que hasta entonces habíamos vedado en el ámbito laboral. Los espacios confluyen y nuestras esferas vitales también. Se redefine, por tanto, también lo que éramos más allá de la puerta de casa.
Es verdad que sólo he contado una parte de la historia y que hay otra, pero hoy he preferido quedarme con esta. En fin, mis últimas palabras de esta reflexión van dirigidas, por supuesto y con cariño, a las personas enfermas, a sus familiares y – con profundo agradecimiento - a quienes nos están cuidando, de forma destacada el personal sanitario y quienes les ayudan en su quehacer diario.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.