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Tirando de imaginación, San Pedro apóstol tiene casa en Santander. Reza así, por extensión, en el toldo del bar-restaurante Casa Sampedro. Escrito todo seguido y con 'm', como manda la que limpia, fija y da esplendor.
Casa Sampedro es un establecimiento con solera venido ... a más. Al que se llega por una vía (más bien de servicio) trazada por uno que a lo mejor se había tomado un vino de más. Lo que prueban sus graciosas vueltas y revueltas, bordeando huertas a derecha e izquierda, con sus casas de piedra, sus cuadras para el ganado, sus árboles frutales, sus parrales, sus verdes prados, sus lutrosas vacas, mulos, gallos, gallinas y polluelos. Sin necesidad de GPS se encuentra fácilmente en la calle Adarzo, 94, entre El Alisal y Peña Castillo, dando a una simpática plazoleta por donde bien se ve la vida pasar.
En las mesas externas, situadas frente al aparcamiento, se toman muy cumplidas raciones de rabas contemplando el impagable espectáculo de la puesta de sol cayendo tras los Picos de Europa o a la luz de la radiante luna llena. Sol de los gatos según los clásicos.
En el interior, barra y mesas a la vieja usanza se ofrecen bien puestas. El ambiente es cálido, ecléctico, con fotos enmarcadas y abundante botillería en las baldas. Ésta, la botillería habría hecho las delicias de Ramón Gómez de la Serna. Quien gustaba de las de culo ancho y cuello estrecho. Botellas, como beldades helénicas, que él por nada del mundo pecaba del vicio de beberlas a morro, por culto y por remirado.
En una losa en el suelo, luce el DNI del establecimiento. Casa Sampedro, en redondo y mayúscula una flor-estrella central de seis puntas internas y otras seis puntas externas, y la leyenda: Desde 1930. Adarzo. Santander.
Tan sólo ocho años más. Y Casa Sampedro estará celebrando el centenario.
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