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Mira que nos gusta hacernos el harakiri cultural, por supuesto con terminología japonesa, nada que rezume a ibérico, vade retro, salvo que sea de pata negra y lo pague la plebe. No contentos con cargarnos, arrinconar y satanizar al griego y al latín, no sea ... que demos a luz a una culta generación, ahora vamos a por el español. Las reformas educativas «made in Spein» nunca defraudan. Siempre sabemos de antemano que no habrá consenso, que caducarán antes que la mayoría de las latas de mi despensa y que pondrán otro clavo en la caja de pino de la cultura hispánica. Y la que se nos viene encima parece que ya no contempla al castellano como lengua oficial del sistema educativo. De tal forma que, una vez más, cada cual decidirá cuál es la lengua oficial de enseñanza en su cortijo. Cuando los partidos y los personajes de medio pelo entran en acción, la cultura, la historia y el sentido común salen por la ventana. Defender, proteger y enseñar las lenguas vernáculas de cada territorio, comunidad o portal de vecinos, no obliga a denigrar al resto, o en este caso al castellano. La lengua no se impone. O al menos, no debiera.
No pocos guiris, que más allá de la paella y Magaluf nos tragan más bien poco, están que dan palmas con las orejas contemplando como nosotros solitos, sin Trafalgares ni Gibraltares, nos cargamos nuestra propia lengua. El guerracivilismo es lo nuestro. Medio mundo aprendiendo español y nosotros promulgando leyes para desaprenderlo. Y luego nos sorprende no dar la talla en el Informe PISA o clasificación del rendimiento académico. Lo extraño es que aún nos entendamos entre nosotros. ¡Ah, qué tampoco! Digo yo que en cuatro días el Instituto Cervantes trasladará su sede a Cuzco, Mendoza, Maracaibo o Monterrey, donde además de hablar un riquísimo español, lo cuidan y lo protegen sin complejos. ¿Con qué legitimidad vamos a defender nuestra lengua por el mundo si la enmascaramos y arrinconamos en nuestra propia enseñanza? Tiene guasa que nos hayamos empecinado en hablar inglés como recién salidos del Trinity Collage y, sin embargo, la segunda lengua del mundo en número de hablantes nativos, alrededor de quinientos millones, nos provoque sarpullido donde surgió. Tiempo al tiempo, que veremos en algunos lugares peninsulares la parla de la pérfida Albión como segunda lengua oficial tras la autonómica. Y después de ellas, pues nada, la de Quevedo, Larra, Lope, García Márquez, Valle Inclán... El objetivo básico de la lengua es la comunicación. Aprender, comprender, amar, odiar... A través de ella conocemos al otro. Escribimos y leemos. La lengua nos hace más libres, agranda nuestro mundo. Aprendemos idiomas nuevos para acercarnos a los demás. Saber más enriquece. Olvidar y destruir empobrece. Permitamos que las nuevas generaciones puedan elegir. No es mucho pedir.
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