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En plena oleada de rebrotes de la covid-19 circuló por las redes un vídeo estremecedor. Era la actuación del grupo de DJ 'Les Castizos' en la discoteca Kokun Ocean Club de Torremolinos. Se ve cómo uno de los dos miembros del grupo bebe alcohol ... de una botella y lo escupe sobre el público que asiste al espectáculo sin mascarillas y sin guardar la mínima distancia de seguridad. Me imagino la reacción de la opinión pública y autoridades sanitarias en los países que están analizando la situación de seguridad sanitaria en España y, en especial, en la Costa del Sol, tras ver las espeluznantes imágenes.
'Les Castizos' no son unos adolescentes perturbados en pleno cuelgue de pastillas. Víctor Roldán y Fali Sotomayor son dos adultos que llevan siete años actuando con éxito, «gracias a la espontaneidad y la locura de sus sets», dice You Tube. El autor directo de la salvajada, Sotomayor, al día siguiente, grabó otro vídeo de arrepentimiento. Con rostro compungido reconoció su error y dijo estar dispuesto a acatar la sanción y asumir las consecuencias.
El impacto brutal que han tenido las imágenes en el público que vive con la mascarilla a cuestas se entiende perfectamente. Porque el arrepentido DJ que dice estar dispuesto a asumir las consecuencias parece no percatarse de que eso es imposible. ¿Cómo va a asumir las consecuencias de que asistentes al concierto resultasen infectados y trasmitiesen el virus a alguien de su familia? ¿O a un compañero de trabajo? ¿O que ellos acabasen en una UCI, entubados cabeza abajo con la vida en un hilo? No, esas consecuencias, desgraciadamente, no se pueden asumir. Y pagando una multa de dos mil euros tampoco se borra el disparate.
Es lo que no parecen entender jovencitos y menos jovencitos que se creen inmunes al contagio y, lo que es peor, son inmunes a la responsabilidad social. Las imágenes del Kokun Ocean Club son la punta del iceberg de un sector social que está poniendo en peligro al resto de la comunidad. Aunque tampoco conviene cebarse con los locales y clientes del llamado ocio nocturno porque familias enteras de personas adultas e informadas se saltan alegremente las distancias sociales y las medidas antivirus. O profesionales que en cenas de empresa extienden la infección de forma irresponsable. El cardiólogo Valentín Fuster, símbolo de dedicación a los demás, afirmaba recientemente que la clave para minimizar el impacto del virus en el mundo es la responsabilidad individual y la humildad ante un mal del cual todavía no conocemos ni su tratamiento ni su origen. Frente a la soberbia de los irresponsables, la humildad de los sabios.
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