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Celebración de la vida

Guillermo Balbona

Santander

Viernes, 20 de noviembre 2020, 07:12

Hace veinte años un ignorante asesinó a un hombre sabio. Era fácil. El primero llevaba la violencia y la sangre como excusas. El segundo estaba expuesto de palabra, de argumento y de esperanza. El terrorista (el que causa terror) se amparó en la oscuridad; ... el segundo murió físicamente abrazado a sus apuntes, moralmente vinculado a su conocimiento y a su búsqueda de una manera de cambiar el mundo. De Ernest Lluch se puede decir que ya era leyenda antes de su asesinato porque había logrado pertenecer a la estirpe, muchas veces difusa, de humanismo y autenticidad. Como en 'Johnny Guitar', «cuando los héroes aún traían esperanza», el hombre Ernest Lluch, ministro, rector, profesor siempre, ya había cruzado al otro lado de las cosas que creemos inamovibles. Hombre culto, algo desaliñado, elegantemente despistado y austero, dejaba en los gestos una huella de melancolía y poso sereno, como el viajero que ha visto casi todo. Y un rastro de interrogantes y dudas tras zarandear la realidad. Intelectual nada acomodaticio, articulista incómodo, era un catalanista sin complejos con visión de Estado.

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