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La Fundación Botín regaló a Santander y, por extensión a Cantabria, un centro cultural de excepción. Tras un proceso, no exento de obstáculos y críticas carentes de fundamento, se conmemora el primer lustro de funcionamiento de ese foco de arte. Cinco años puede ser poco ... tiempo para evaluar el impacto de una obra como la diseñada por Renzo Piano y acometida por la Fundación Botín. Cinco años, por otra parte, es un periodo suficiente para obtener las primeras conclusiones. Un primer somero análisis puede centrarse en el continente, en lo que ha supuesto el Centro Botín (CB) para la capital de Cantabria y, en paralelo, examinar el aporte cultural que supone.
Durante décadas, la zona de la machina santanderina, que ahora alberga el CB, fue una mancha en el mapa urbano, un punto negro que no parecía tener solución. Los que jugábamos en esas machinas, en la década de los cincuenta, recordamos el tren que cruzaba la ciudad, hasta el espigón de Puertochico e interrumpía el tráfico. Tampoco se nos ha olvidado el gozo de recibir la madera procedente de Guinea, que formaba una montaña de troncos y facilitaban toda clase juegos. Más tarde, esa parte de la ciudad que se asoma a la bahía se embelleció con la terminal del ferry, obra de Ricardo Lorenzo, pero una valla y un extenso aparcamiento de coches impedía que las personas nos acercáramos hasta el borde del mar. La carretera urbana que enlazaba Santander con las calles Castilla y Marqués de la Hermida, suponían un muro que, de facto, aislaba el centro de la ciudad del borde del mar.
El paso subterráneo para automóviles realizado por la Fundación Botín ha supuesto la recuperación de la ribera de la bahía, con una solución ejemplar. La zona degradada y convertida en un estacionamiento de coches, es ahora un paseo abierto, sin obstáculos ni peligros. Los recelos de los conservadores sobre el impacto del edificio del CB han quedado resueltos, por la evidencia de que el edificio no se ve desde al Paseo de Pereda y es una aportación de primer orden a la modernización de la arquitectura de la ciudad.
El Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) acertaría programando una exposición de imágenes de esa parte de los muelles santanderinos, para que, quienes no conocieron el estado anterior al CB, puedan apreciar la transformación experimentada.
Esta mejora funcional y estética para ganar el acceso a la machina, no es la mayor virtud del Centro Botín. Lo fundamental es el aporte de este complejo cultural al enriquecimiento y diversidad que, desde hace cinco años, ofrece a Santander. El CB ha supuesto introducir el arte contemporáneo en Cantabria y lo ha hecho con una gran dosis de audacia. En una sociedad con tradición conservadora, los responsables de la programación han apostado por la vanguardia y por acercar, a propios y extraños, la creatividad de artistas que marcan la ruta del nuevo arte.
Tanto el programa de exposiciones, como las diferentes actividades del CB, suponen un aporte de modernidad para Cantabria. No es momento de hacer balance de la actividad de este lustro -ya se ha hecho en las páginas de El Diario Montañés con detalle- sino de resaltar la tarea de mostrar aquí, en la 'Atenas del Norte', el trabajo de quienes están en la avanzada de la creatividad. El Centro Botín no es un museo al uso, ni una simple sala de exposiciones... es un concepto novedoso de traer hasta la bahía Santander -«Bella entre bellas del jardín de España», según los versos de Gerardo Diego- las piezas de mayor excelencia producidas por los artistas que han superado los viejos conceptos del arte, con nuevos formatos que quiebran la planicie del lienzo.
El CB es una pieza excepcional que actualiza la arquitectura de una ciudad carente de edificios de vanguardia. Por el momento, hemos podido hacer balance de estos cinco primeros años, pero no se debe olvidar que estamos ante un proyecto de largo aliento y que las futuras fechas conmemorativas permitirán juzgar lo logrado con muchos más datos. Santander y Cantabria deben ahora el reconocimiento a la Fundación Botín y especialmente a Javier Botín-Sanz de Sautuola, presidente de la fundación; a toda la familia Botín, al director Íñigo Sáenz de Miera y al equipo de profesionales en el que destaca Fátima Sánchez. Es momento de aprender que esta tendencia suicida de los cántabros a rechazar la modernidad, ofrece momentos luminosos como la construcción y desarrollo del Centro Botín que aporta patrimonio y difunde cultura.
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