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Nunca deberíamos perder de vista que la realidad tiene bastantes más facetas que los análisis que podemos hacer de ella, donde inevitablemente introducimos simplificaciones para poder dar cuenta de la misma. Dicho lo cual, el lector debería tener siempre en cuenta el grado de complejidad ... que el analista está dispuesto a introducir en sus análisis con el fin de aproximarse más a dicha realidad; porque es igualmente cierto que cuanto más complejo es el análisis, si este consigue hacerse sin perder nitidez, más útil será el resultado para formarse una verdadera visión de tal realidad. Única manera de combatir la ceremonia de la confusión que los dirigentes, ya sean políticos, sociales o económicos, practican sistemáticamente por aquello de que «a río revuelto ganancia de pescadores». Para más desgracia, hay analistas que le hacen el juego a los dirigentes para ganancia de intermediarios. Conviene, pues, no confundir complejidad y confusión, aunque ambas provocan el mismo desconcierto y desasosiego.
Con el fin de ilustrar el asunto quisiera hacer un cuadro sinóptico sobre la complejidad del panorama electoral: situemos en el eje horizontal tres categorías: conservadores, término medio y progresistas. A continuación, situemos en el eje vertical cinco tendencias partidistas: extrema derecha, centro derecha, centro izquierda, extrema izquierda, libertarios independientes. Nos encontraremos con quince casillas clasificadoras; bien lejos de la maniquea clasificación binaria en izquierda/derecha o conservador/progresista, por tanto mucho más próxima a la realidad real.
Si empezando por la derecha, situamos en cada casilla las siglas de los partidos que atraen el voto de ese subgrupo de votantes, de mayor a menor, tendríamos: casilla extrema derecha/conservadores, votantes de Vox y una minoría considerable del PP; extrema derecha-en medio, unos pocos votantes de Vox; no hay progresistas en esta línea de voto. En la casilla del centro derecha conservador, la mayoría vota al PP y Ciudadanos; centro derecha-en medio, una mayoría vota a PP y Ciudadanos, unos pocos al PSOE; centro derecha progresista, votantes del PP y Ciudadanos, no hay votantes del PSOE pues estos votantes se inclinan a la izquierda. Casilla centro izquierda conservador, al PSOE; centro izquierda-medio, también al PSOE, con algunos como Leguina votando coyunturalmente al PP y Ciudadanos; centro izquierda progresista, al PSOE y Ciudadanos. Extrema izquierda conservadora, sin votos; en medio, a Podemos; extrema izquierda progresista, a Podemos y al PSOE, además de algunos despistados.
Nos queda la línea de los libertarios independientes. Se trata de un grupo muy minoritario en número pero desmesuradamente influyente en términos cualitativos, dado que escriben en los diarios y participan en las tertulias. Unos grupos que, proviniendo de la derecha o la izquierda, hoy no encajan en los partidos más arriba identificados y tienen como denominador común la ideología liberal. A la hora de votar, quienes no se abstienen, lo harían al PP y Vox en tanto que conservadores; a cualquiera de los cinco partidos, los del término medio; y a PSOE o Podemos, los progresistas. Mi lista de libertarios incluye, entre los progresistas, a Vargas LLosa, Savater, Arcadi Espada, Félix de Azúa; sitúo en el medio a Trapiello; y entre los conservadores a Juan Manuel de Prada, Alberto Cuenca y Luis Antonio de Villena. Hay más, pero la muestra es suficientemente indicativa.
No he incluido a los partidos regionalistas, nacionalistas e independentistas porque -mutatis mutandi- a nivel local sus votantes se comportan igual que los grupos ya indicados, sustituyendo las siglas locales por sus equivalentes nacionales. Sinceramente espero que los lectores no se hayan perdido en el mar de siglas o se hayan aburrido y abandonado el ejercicio por el camino. La complejidad es lo que tiene. Para los esforzados que hayan llegado hasta aquí un par de conclusiones:
Una, ese afán de los partidos mayoritarios de reducir el complejo panorama político a un binomio, manteniendo una ley electoral claramente trasnochada, no es más que una maniobra para enturbiar las aguas y que no veamos la realidad, lo cual favorece descaradamente el bipartidismo; dos, dada la variedad de grupos de interés que pone de manifiesto las 15 casillas, un sistema pluripartidista que obligue a formar gobiernos de coalición seguramente es menos funcional y eficiente; pero sin duda mucho más democrático.
Negociación, compromisos, pactos, etcétera estarían a la orden del día asegurando que todos los grupos tienen voz y voto y que un partido tan necesario como Ciudadanos tenga futuro. Evitando de paso los desmanes y chantajes que ahora plagan el sistema.
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