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Me llevé un disgusto. Los escaparates de la librería que está cerca de mi casa se encuentran tapados; han desaparecido los libros. Una de «mis» librerías ya no existe. Y, para mí, es una pérdida importante.
Una librería no es un negocio más, no ... es una empresa como otra cualquiera, es un servicio cultural; cumple importantes funciones culturales y sociales: fomenta la lectura, difunde y acerca el saber a la población. Por cierto, como también lo hacen los cines y los quioscos de periódicos, otros dos «servicios educativos» que están desapareciendo de nuestras calles.
La librería del barrio es un equipamiento cultural, pero, además, contribuye a «hacer comunidad». La librería como, como el quiosco y, también, la tienda de ultramarinos, la panadería, la farmacia, la mercería..., contribuyen a construir esa unidad de vida, de convivencia, que llamamos barrio; contribuyen a formar sociedad. Y constituyen parte de nuestro paisaje cotidiano; son «mi librería», «mi panadería».
Entrar en «nuestra» librería es una experiencia singular. Resulta un espacio familiar, conocido, -por tanto, «amigable»-, sé dónde mirar: con un simple vistazo identifico los cambios, las últimas novedades, y, sin dudar, voy a las estanterías donde sé que están el tipo de libros que me interesan.
A estas librerías entramos con confianza. En muchas ocasiones solo miramos, pasamos un rato y nos marchamos. Con el tiempo, la relación con los que atienden el negocio -sí, claro que es un negocio y, por tanto, tienen que ganar dinero para subsistir- termina siendo de cierta familiaridad. De preguntar por un libro y hacer un comentario banal se pasa a solicitar una recomendación y a dar la impresión sobre un autor o sobre la última novela que se ha leído. En ocasiones, el librero nos orienta sobre autores y textos.
En la librería también encontramos los instrumentos de escritura: el papel, el lápiz, el bolígrafo; es decir, instrumentos de creación, de expresión, de comunicación. Por todo ello, una librería es mucho más que un comercio, también es un símbolo de un modelo de sociedad. La librería, como su pariente la biblioteca (y como el museo), guarda y difunde el saber; y el conocimiento amplia horizontes, proporciona más libertad.
Lo que aportan estos equipamientos -servicios- difícilmente se puede sustituir por la compra en internet o en el gran almacén. Claro que podemos adquirir una novela en estos dos ámbitos -muchos lo hacemos-, pero es muy diferente. Estos carecen de alma; en ellos se ha eliminado la relación humana para potenciar el negocio, la eficiencia comercial, la adquisición inmediata, el consumo de masas.
Las librerías deberían ser para todo el mundo unos espacios «familiares», de forma que la gente entrase en ellas con la misma soltura con que lo hace a una tienda de ropa o al gran almacén. Sin embargo, lamentablemente, para un sector no pequeño de la población resultan lugares extraños; bastantes personas se sienten intimidadas por los libros (ocurre lo mismo en los museos y en las salas de exposiciones).
Pienso que en los programas escolares de fomento de la lectura deberían introducir una actividad que llevara a los niños y jóvenes a visitar librerías y bibliotecas; y que los jóvenes se muevan entre las estanterías, y que pidan libros, y que los manipulen. Si se quiere acercar la población a los libros hay que acabar con su imagen de objeto reservado para personas iniciadas. Además, ¿se ha pensado en la conveniencia de fomentar en los niños la costumbre de ir formando una biblioteca personal?, ¿una colección donde atesoren los libros-historias preferidas? Por cierto, ¿no han observado que en muchos reportajes en los que se muestran las habitaciones de viviendas no suelen aparecer libros?, sí se ven grandes televisores y aparatos de música junto a sofás y sillones, pero los libros no existen; efectivamente, como en la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, en la que los libros están prohibidos.
¿El cierre de una librería será un símbolo de que vamos de forma acelerada a otro modelo de sociedad? ¿Las librerías y las bibliotecas -donde hasta hace poco se ha guardado gran parte de la memoria de los pueblos- están empezando a ser lugares de «el mundo de ayer»?
Termino con dos sugerencias, discúlpenme el atrevimiento.
1. El Ayuntamiento de Valladolid ha elaborado un interesante documento titulado 'Las bibliotecas y los libros en la literatura y en el cine'.
2. Merece la pena el libro de Alberto Manguel 'Una historia de la lectura'.
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