Champs-Elysées y el Plan General

Hay historiadores que afirman que durante la prefectura de Haussmann se plantaron en París más de seiscientos mil árboles, lo que da idea de la importancia dada en aquel momento a la presencia del árbol en la ciudad, y no solo en parques y bosques urbanos, sino también en las propias calles.

Esta visión preclara de la necesidad de una ciudad arbolada no ha sido la pauta seguida por muchas ciudades en desarrollos posteriores a esa etapa parisina, y es habitual encontrar una orfandad completa de ordenanzas que obliguen a plantar árboles en las calles de nueva creación. Muchísimas ciudades, en general, y Santander, en particular, salvo en sus avenidas y calles principales, carecen de árboles que aporten todas las bondades de que son capaces, desde el embellecimiento de la vía pública hasta sus beneficios ecosistémicos, como la mejora de la humedad de la calle, la regulación térmica, la ayuda al aumento de la biodiversidad y a la presencia de pájaros, o la mejora en el balance de emisiones de CO2 a la atmósfera, entre otras.

La arborización del espacio público ha de ser una aspiración irrenunciable en una ciudad que deberá ir volviéndose cada vez más verde, no solo en su perímetro exterior sino también en su casco urbano más interno, colonizando microespacios sin uso, ganado territorio en las calles y sustituyendo progresivamente plazas de estacionamiento por áreas de césped con arbolado. En todo caso, estas acciones deberán ajustarse en su diseño al conocimiento del lugar, de sus preexistencias fundamentales y de su historia y patrimonio local, sea a escala de barrio o sea a escala de ciudad.

La estrategia deberá abordar consideraciones como una red de plazas/jardines integrada dentro de los recorridos más frecuentados, los principales ejes urbanos revegetados, la implantación de árboles en las calles de mayor anchura, un cambio en la mentalidad de la reurbanización de las calles existentes lejos del modelo tradicional y buscando el máximo calmado de tráfico mediante la utilización de pavimentos rugosos y trazados sinuosos que eviten largos tramos rectos, convivencia máxima del peatón y los medios de transporte personal en la misma plataforma que los vehículos y con los árboles, setos y arbustos como unos elementos más del paisaje urbano, consecución de plazas/jardines de proximidad en una distancia máxima de 300 metros de cualquier punto de la ciudad que agranden la calidad ambiental y de vida de cualquier entorno, posible apertura de espacios públicos verdes en horarios no habituales.

Un variado abanico de posibilidades de acción, además, por supuesto, de grandes operaciones posibles en cuanto a anillos, cinturones o cuñas verdes que encontrarían acomodo probable en el perímetro de la ciudad, aunque algunas se basarán en la plantación de arbolado en cantidad suficiente para conseguir alineaciones vegetales o boscosas en zonas que en la actualidad carecen de ellas, como podría ser el antiguo trazado del hipódromo de Cueto. Todo ello se integrará en su futuro Plan Director «Santander: Transición al Verde» que contará, además, con financiación europea ya aprobada.

Puede que ese futuro recorrido arbolado, aunque doble en longitud a los Campos Elíseos, no convenza a un francés (o sí) en cuanto a ser «la más bella avenida del mundo», pero los «Champs-Élysées» nunca tendrán las vistas sobre el mar Cantábrico y la bahía de Santander que se ofrecen desde el hipódromo de Bellavista.