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Retomo un tema que ya toqué hace cuatro meses (China/USA 7 de diciembre de 2020). Estados Unidos se equivoca al desencadenar una nueva guerra fría, esta vez contra China, fiándose de que ganó la primera contra Rusia. Fue un grave error de ... política internacional por parte de Trump y Joe Biden insiste en equivocarse, quizá por miedo al rechazo del americano medio hacia una política que podría parecer conciliadora; es decir, de apaciguamiento en lugar de confrontación.
Empecemos por reconocer que a Estados Unidos le sobran razones para enfrentarse a China. Hace diez años China tenía una porción del mercado internacional que apenas era un tercio de la proporción correspondiente a USA, hoy en día la porción del mercado chino ha superado al americano; las presiones de China sobre Taiwán no dejan de crecer y esto, después de haber dado pasos irreversibles para controlar Hong Kong, ambas, posiciones estratégicas para la política de Estados Unidos en el Pacífico oriental; el culto a la personalidad de XI Jinping y la exhibición de su potencia militar hacen temer a USA la pérdida de su superioridad en dicha región; las dudas de la Unión Europea sobre su alineamiento con USA, unido a su reciente acuerdo comercial con China, confirman sus peores temores.
El infierno también está empedrado de buenas razones. La confianza con que los representantes de Joe Biden en la reunión de Alaska se lanzaron a aleccionar a los representantes chinos sobre democracia y Derechos Humanos, puso de manifiesto que pensaban ganar la II Guerra Fría como habían ganado la primera. No tuvieron en cuenta que China ha analizado los errores que cometieron los rusos y no está dispuesta a repetirlos. Es posible que los chinos se hayan formado una idea más real de las verdaderas razones. Los tres elementos que entonces determinaron la victoria americana fueron: proyectar ante el mundo la imagen de que Estados Unidos tenía muy claros sus objetivos; resolver con solvencia las necesidades de sus propios ciudadanos; asumir sus responsabilidades de líder del mundo occidental. En los tres aspectos EE UU fue netamente superior a Rusia, pero no parece serlo frente a China.
El principal problema de Rusia fue su rotundo fracaso en procurar el bienestar de sus súbditos: caída de la esperanza de vida, incremento de la mortalidad infantil, aumento del índice de suicidios, un agudo problema de alcoholismo. Pero donde estos problemas resuenan hoy con mayor fuerza no es en China sino en USA: caída de esperanza de vida, aumento de la pobreza infantil, número de suicidios, drogadicción generalizada, caída de la educación pública, descontrol de las armas, dispendio en guerras (Corea, Vietnam, Afganistán, Irak) de dudosa justificación; todo esto, mientras los ingresos de la mitad de la población llevan 40 años estancados.
La política china ha ido en la dirección contraria. Lleva 40 años sin enzarzarse en una guerra formal; conscientes de que el error de Rusia -y de Mao- fue desconectarse de sus súbditos, los últimos 40 años se han centrado en el desarrollo de sus gentes, probablemente el mejor y más largo periodo de prosperidad generalizada en los cuatro milenios de su historia. Ante este panorama la insistencia en la ausencia de democracia y restricción de los Derechos Humanos, cae en oídos sordos, de hecho, permite a Xi Jinping recordar la victimización de China a manos de potencias extranjeras durante un largo siglo y, con ello, aumenta su popularidad entre las gentes. La estrategia de guerra fría no está funcionando y tiene visos de no levantar cabeza.
Como digo, el gobierno de Joe Biden se equivoca de medio a medio al dar continuidad a la política de Donald Trump. La guerra comercial desatada por este no sólo ha fracasado en generar beneficios en salarios y empleos para los trabajadores sino que ha aumentado el costo de los productos importados, consumidos por estos en grandes cantidades, además de los locales con componentes importados. Por otra parte el pueblo chino es muy consciente de la eficacia protectora de su gobierno contra la pandemia, mientras en USA los muertos han superado ya el medio millón; de hecho, en la mayoría de los países asiáticos la opinión pública considera que la postura de China en la reunión de Alaska fue la más digna.
Todo lo dicho apunta a que Joe Biden haría bien en suspender la guerra comercial y poner en marcha una estrategia claramente diferenciada de la de Trump, cosa de confrontar con eficacia a este formidable competidor. Poner fin a esta guerra redundaría en beneficio de los consumidores americanos, lo cual le ayudaría en las elecciones parlamentarias del próximo año y, con ello, la exitosa puesta en marcha de su ambicioso plan de recuperación del país, primer paso para recuperar su imagen internacional y aumentar sus posibilidades de contener a China.
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