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Hace tres años largos, los ciudadanos de Cantabria, y especialmente de sus núcleos prietos como Santander o Torrelavega, estábamos solamente a la espera de las perdices, porque felices ya lo éramos. La cantidad de proyectos de inminente realización era tan elevada, interesante y contundente, que ... parecía abrirse ante nosotros una de las mejores épocas de la historia labarítica. Amanecía una legislatura esplendorosa que, en cuatro años, derramaría sobre nuestras verdes praderas el brillo de un 'Eldorado' industrial, cultural, laboral, social, ecológico. Cantabria llegaría a su cuadragésimo aniversario con muchos deberes hechos y no menos asignaturas cumplidas con matrícula de honor.
La industria textil habría de trabajar a cuatro turnos para poder suministrar a las autoridades cántabras de las tres administraciones bastante cinta como se iba a precisar en tantísimas inauguraciones. Ya los fabricantes de tijeras ceremoniales estaban encargando sus propias perdices, así como los proveedores mayoristas para tanto «vino español» como se iba a convocar para celebrar con modestia gastronómica cada evento. (Para los no iniciados, aclararemos que un «vino español» protocolario es un sencillo picoteo de pie y un pase de bebidas acompañante, no necesariamente vino, aunque siempre lo hay). No iba a quedar ni un canapé vivo entre el faro de Ajo y el Castro Valnera, ni entre el cruce de Unquera y el alto de Saltacaballo. Ya solo faltaba el ascenso del Racing a la máxima categoría para completar el cuadro de bienestar colectivo.
Sin embargo, nadie negará que hoy el reportaje más leído del periódico sería uno en el cual la sagaz periodista y/o el intrépido reportero nos revelasen dónde se guardan todos esos kilómetros de cinta que se han quedado para mejor ocasión, lejana ocasión en la mayoría de los casos. La situación de un gran número de proyectos no ha permitido alcanzar ni siquiera ese estatus ceremonial denominado «primera piedra». En otros, esa piedra cae en el punto del tiempo cósmico donde debieran haber caído cinta y tijera.
El estado incoativo de todo esto significa, en verdad, que o no somos nosotros quienes marcamos el ritmo (pero ¿no somos autónomos?), o no sabemos marcarlo (y ser autónomos nos autolesiona). Entre espacios industriales y tecnológicos (La Pasiega, Excavadas, Pctcan bis), museos y centros culturales y educativos de postín (Mupac, Reina Sofía, MAS, La Lechera, Conservatorio, Puente Viesgo…), actuaciones turísticas de largo alcance (Túnel de La Engaña, parque acuático paleolítico, puerto de San Vicente), intervenciones urbanas de envergadura (integraciones ferroviarias, reciclaje del Mercado Nacional), solución final al aislamiento relativo de la región (trenes y autovías, ferrocarriles y carriles) y nuevas joyas de la corona sanitaria de Cantabria (terapia de protones, Residencia), el almacén de cintas ha colgado el cartel de 'completo' y los fabricantes de piedras no acaban de aclararse sobre el volumen de pedidos.
Me temo que vamos a acabar presenciado básicamente escenas de «primera piedra humana», también llamadas «visita al lugar» y quizá unas cuantas primeras piedras digitales, basadas en infografías y en el concepto de «avatar».
Naturalmente, estas acumulaciones de cintas ociosas y de piedras suplentes son tantas, que los suspicaces pueden interpretarlas como no casuales. Estos sujetos aviesos seguramente indicarán que también el papeleo se está haciendo el remolón: planes de urbanismo nuevos, de ordenación de los recursos naturales y protección de espacios, planificaciones estratégicas, permisos para instalaciones energéticas… No hay quien inaugure una autorización que lleve ropa impermeable frente a las lluvias contencioso-administrativas. Hasta el servicio jurídico regional ha impedido que se inaugure el lábaro como apoteosis simbólica. Va a quedar como signo subalterno, escudero del escudo.
El solitario espigón en Los Peligros es mucho más símbolo de todo. También tiene sus cintas, pero de aviso para que nadie termine inaugurando una fractura de fémur. Y sus rocas se podrían ir retirando y trabajando para que sirviesen de primeras piedras oficiales. Economía circular en estado sólido.
Los amigos de la precisión sabrán extraer el valor promedio de retraso histórico de todas las cintas que se han vuelto piedras o promesas de piedra. Pero es improbable que semejante suma de cosas no esté causando ya un efecto muy duradero, condicionando casi toda una década. Posiblemente ya estamos pagando un precio significativo por vivir en una región de baja velocidad. Cuando vaya concluyendo el 'doping' monetario y bruselense, que nos sirve de analgésico y antiinflamatorio keynesiano, nos vamos a quedar de piedra, en esa 'longa noite de pedra' que cantaba Celso Emilio Ferreiro.
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