Yo y mi circunstancia digital
ANÁLISIS ·
Adoptamos, sin saberlo, el doble papel de víctima y cómplice. Tenemos que recuperar el control de nuestros datos.Manfred Nolte
Lunes, 9 de mayo 2022, 07:22
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ANÁLISIS ·
Adoptamos, sin saberlo, el doble papel de víctima y cómplice. Tenemos que recuperar el control de nuestros datos.Manfred Nolte
Lunes, 9 de mayo 2022, 07:22
Desde que en 1914 José Ortega y Gasset lanzase su inspiradora frase, los ciudadanos reflexivos han comprobado gradualmente que no las tienen todas consigo, que no están libres de ataduras y condicionantes externos y que, en definitiva, a su yo personal, íntimo y libre, hay ... que agregarle el conjunto de sucesos que constituyen el entorno, sea este hostil o favorable. Somos, en efecto, nuestro 'yo y nuestra circunstancia'.
Viene esto a cuenta de que debuta nuestra vida digital con un determinado grado de espontaneidad e inocencia, pero al cabo descubrimos que es este un planteamiento peligroso e incluso equivocado, que los enemigos de lo ajeno acechan sin piedad y que en un mundo como el actual, que ha propiciado el acceso a los datos de forma tan simple como engañosa, las incursiones en lo privado pueden ser demoledoras. Me refiero, en resumen, a la claudicación a la que hemos conducido al sagrado reducto de nuestra intimidad, que apenas ya existe, sigilosamente camuflado en el mundo de redes y nubes; o sea, de lo invisible.
Las circunstancias que han aniquilado nuestra intimidad son de diversa índole. No se trata aquí del hecho ilícito y criminal de las escuchas canalizadas a través de aplicaciones como Pegasus, que conmueven en este momento al país. Ni de los ataques igualmente fraudulentos a empresas o particulares que engrosan la larga lista de la ciberdelincuencia. Nos referimos en estas líneas al pisoteo masivo y sistemático de la intimidad de los ciudadanos, dentro de un presunto marco de legalidad y, a menudo, derivado del propio interés del perjudicado, que adopta, sin saberlo, el doble papel de víctima y cómplice. En particular, los adolescentes no solo colaboran involuntariamente a la confiscación de lo personal, sino que apenas entienden el concepto de privacidad. La frontera entre lo privado y lo público no existe para ellos, porque la intensidad y el tiempo consagrado a sus 'gadgets' les hace pensar que lo que no se comparte en el ciberespacio es como si no perteneciese a la realidad.
Hablamos del impune expolio de los atributos personalísimos acumulados en el almacén de nuestra vida reservada -sentimientos, orientación sexual, sentido del voto, salario, hábitos, itinerarios, gustos o gastos-, desvalijados por las grandes compañías, como Google, WhatsApp, Twitter, Instagram, Facebook y otras, que han aprovechado nuestra huella digital de toda índole, fundamentalmente a través del móvil, para apropiarse de nuestro patrimonio interior. Además de otras referencias y listados que figuran en nuestras terminales como la agenda de contactos, los correos electrónicos, el calendario, las fotos, los libros y notas y un largo etcétera más. Ignoramos que, cándidamente, hemos abierto el acceso a nuestra caja fuerte de contenidos extendiendo un cheque en blanco virtual. Nuestra ingenuidad siempre paga un precio. Cada vez que descargamos una aplicación gratuita es porque el producto somos nosotros mismos, nuestra secreta información.
¿Ganan dinero nuestros espías seudolegales con la información que nos sustraen en el sigilo digital? Evidentemente. Hay que saber que las multinacionales aludidas acumulan y procesan el rastro de nuestros datos -el llamado oro azul- para utilizarlo en su propio marketing direccional y para venderlo, con fines propios o ajenos, de segmentación comercial. Junto a ellas, un amplio colectivo de empresas ('data brokers') tiene por objeto la normalización de datos y perfiles de consumo con los millones de reseñas que todos vamos regalando por el ciberespacio y, así, enriquecerse.
La reacción clave en este contexto se llama concienciación. ¿Se ha preguntado usted por qué le piden permiso para acceder a su geolocalización o a su lista de contactos cuando se baja de la nube una simple pieza musical? Algo es ello. La intimidad está ligada a nuestro nivel de sensibilidad y de cultura. Se trata de recuperar nuestra soberanía espiritual a través del control de nuestros datos. Resulta un escándalo que las redes, a través de sus algoritmos, conozcan mejor que nosotros quiénes somos y lo que en cada momento vamos a hacer, nuestros vicios y tropiezos y nuestros anhelos.
Repitamos a Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». En un inofensivo móvil o en una elegante 'tablet', el león se halla permanentemente dispuesto a devorar a su víctima: se llama la circunstancia digital.
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