La ciudadana invisible
LA TIERRA DORMIDA ·
Desde hace muchos meses forma parte del paisaje de Quebrantada, pero nada sabemos de ellaSecciones
Servicios
Destacamos
LA TIERRA DORMIDA ·
Desde hace muchos meses forma parte del paisaje de Quebrantada, pero nada sabemos de ellaEs una mujer indefinible. No tiene aspecto de pobre, pero pasa la noche al asubio, en el habitáculo de un cajero bancario. No parece una mendiga pero pide dinero a algún viandante. Se muestra algo hosca. No viste con harapos, por el contrario, su hábito ... es correcto y bastante aseado, pero deambula, día tras día, por las calles. Lo hace a bordo de una silla de ruedas eléctrica, lo que hace pensar que alguien se ocupó un día de que su movilidad fuera fácil, aunque costara unos cientos de euros. Como el caracol, lleva su casa a cuestas: del respaldo de su silla cuelga una bolsa de viaje y un paraguas. Fuma constantemente. Su escenario, su pequeña ciudad, es Quebrantada, en Cuatro Caminos.
Desconocemos dónde o cómo se asea, si tiene familia o si está sola, si ha buscado esta vida o se la han impuesto. Desde hace muchos meses forma parte del paisaje de un barrio imbricado en pleno centro. Nada sabemos de ella, y apenas charla con algún parroquiano. No parece una menesterosa pero su presencia la ha convertido en invisible, en esa clase de ciudadanos a los que hacemos hueco en nuestras calles pero cuya vida tratamos de ignorar.
Pululan en medio de nosotros pero no les vemos. Son invisibles. Les hemos hecho invisibles. En nuestro imaginario, dibujamos a un mendigo de antaño, que extiende la mano temblorosa, pero cuando rozamos el primer cuarto del siglo XXI, la pobreza se ha quedado hasta sin rostro. Nos hemos convertido en ciegos al considerar que ese no es nuestro problema, que solucionar estas situaciones no está en nuestras manos -quizás porque no sabemos qué hacer -que éste es asunto de los gobernantes y ¡claro que lo es! -pero con su deambular nos dicen que ambos -los que mandan y nosotros- no somos capaces de ejercer algo que incluso hemos dado en llamar 'la cuestión social'. Es la pobreza o el desarraigo del invisible, que vive entre nosotros, quizás, en el piso de al lado.
Los invisibles son tan ciudadanos como los evidentes. Tienen derecho a que su libertad sea respetada, a las mismas oportunidades de los visibles, pero perpetramos hacia ellos, con impertinencia, el castigo del silencio y la indiferencia. Pregonamos los derechos humanos mientras ceñimos la reluciente corona del privilegio y del bienestar que solo el desheredado puede ver. Vivimos en un mundo desarrollado en el que la tecnología nos ha hecho poderosos, donde la economía es un valor cotizable al alza, en igual porcentaje que la miseria que produce. Como sociedad, hemos firmado un contrato con nosotros mismos en el que quedan excluidos los carentes de lo esencial, sobre todo, del sentido humano, hasta el punto que hemos creado un vocablo 'aporafobia' que recoge la aprensión, el rechazo, e incluso, el asco al pobre.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.