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Cuando Revilluca sale en la tele se esponjan los sobaos y las vacas dan más leche. Matemático. Su Clarividencia mira a la cámara con hambre de cámara y habla como si los micrófonos aún no se hubieran inventado. Talmente como el aldeano que vocea el ... género gallináceo que trae fresco al mercado. Su Clarividencia habla de lo divino en plan humano y de lo humano en plan divino. Y explayarse así, con franco verbo y ausencia de rubor, motiva mucho a los televidentes. Más allá de los límites provinciales, Su Clarividencia cuenta con parroquia tan adicta que consume 'anchoas Revilla' en Matalascañas aplaudiendo que un 2% del beneficio vaya a «la Cocina Económica de Santander», regentada por las Hijas de la Caridad. Con los años, a Revilluca, que es de mi quinta, los ojos se le van embolsando en pliegues sucesivos. Pero el bigote sigue siendo el erizo roqueño de siempre. Y desde el chusco incidente del puro rechupeteado que le apagó en el alféizar de una ventana el expresidente populero Ignacio Diego, ya no luce colgando de los labios el sempiterno faria de marchante de ganado. Que haya dejado de fumar puros por prescripción médica nada tendría de extraño. Su Clarividencia es muy dada a largar por la tele cuanto visualiza. De ahí que, en los entreactos de los grandes acontecimientos palaciegos, nadie quiera coincidir con él en el urinario. Para evitarse la afrenta de que explique luego en la tele la decadencia del sistema métrico decimal. Su Clarividencia tiene sobre todo maravillosas ideas. Cuanto ocurre en el mundo le concierne. De todo opina y para todo tiene salidas. Salvo para remediar el lamentable espectáculo del indigente que vive como alma en pena a treinta metros de su despacho, en un zaguán de Peña Herbosa esquina Casimiro Sainz. Bajo mantas, cartones y maletas. En condiciones infrahumanas.
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