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La modernidad, los tiempos modernos (Chaplin), están bien. Soy un excelente cliente de todas las utilidades tecnológicas que conozco y sé manejar. También intento ser ... un gran lector, pero he de confesar que, siguiendo estos tiempos, me dejo llevar por la literatura actual y me olvido de los conocimientos tan valiosos de los clásicos. No hay un único criterio para definir un libro como clásico; yo considero que son aquellos escritos de hace 200 años o más y que perduran porque sus contenidos y el mensaje que destilan valen por igual hoy que cuando se escribieron; son de utilidad en el presente y se les puede leer pues sus ideas y pensamientos tienen la misma validez.
Creo que, empezando por los colegios, la lectura de los clásicos está un poco abandonada, si bien se leen más, éstos o sus extractos, que lo que lo hace la población en su conjunto.
Algunos he leído, otros les tengo en la diana para mejor ocasión, pero quisiera destacar los que modestamente considero más interesantes o valiosos:
La Ilíada de Homero; Fábulas de Esopo; La República de Platón; El arte de amar de Ovidio; Antígona de Sófocles; La Eneida de Virgilio; Comedias de Plauto; Las sátiras de Juvenal; Diálogos de Platón; Política de Aristóteles; La Guerra de las Galias de Eurípides o las Cartas de Epicuro. Hay muchos más interesantes pero estos son imprescindibles.
En esa lista falta un gran pensador, Sócrates, el cual no sabía leer ni escribir pero sí pensar y de forma magistral y que gracias a Platón hemos podido llegar a conocer buena parte de sus pensamientos. Quisiera dejar constancia de algunas de sus sentencias más valiosas: «No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad» o «Reyes y gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar» o «La mejor salsa es el hambre» o «Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento» o «Yo sólo sé que no sé nada». También hay otras antológicas como estas: «La música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo» (Platón), «Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro» (Platón), «No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe» (Platón), «Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará» (Aristóteles), «Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía» (Anaxágoras), «Cuando se está en medio de las adversidades ya es tarde para ser cauto» (Séneca) y, la última, «La felicidad consiste en saber unir el final con el principio» (Pitágoras).
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