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El desempleo ha crecido; las necesidades han aumentado; las personas que sufren carencias básicas son más; la pobreza es mayor. Las colas de gente para pedir comida son más grandes.
Sí, efectivamente, la crisis sanitaria se traduce en una fortísima crisis económica (que se suma ... a las consecuencias aún existentes de la crisis del 2008). Es decir, al dolor por las muertes y la enfermedad hay que añadir el sufrimiento por carecer de ingresos para hacer frente a lo más básico: la comida y, también, los recursos para pagar el alquiler de la vivienda, y la luz, y la calefacción, y...
Un miércoles, a eso de las 5.30 de la tarde, me encuentro con una larga cola de gente con bolsas. Esperan a la puerta del despacho de Cáritas. Van a buscar alimentos. La situación me impresiona. Como todos, he visto reportajes en televisión en los que se explicaba el incremento de las situaciones de necesidad, pero, ya se sabe, las imágenes y las noticias de lo que ocurre en otros lugares: algunos barrios de Madrid, de Sevilla..., apenas nos hacen reflexionar. La televisión lanza tantas imágenes de tragedias que nos hemos vuelto insensibles, lo vemos como algo lejano: problemas de otros (además, en la televisión, al instante de haber presentado las imágenes de la pobreza asistimos a un anuncio de un producto de lujo o a un comentario frívolo sobre el nuevo amor de un famoso).
Frente a mi rutina cotidiana, ante la despreocupada actividad diaria, a la vuelta de la esquina, me encuentro con la pobreza: a mi lado hay personas que no tienen para comer. Esta situación ocurre en mi ciudad. Estas personas que acuden a Cáritas para pedir lo más básico también son vecinos de Santander. Sí, hace falta ser muy insensible para no quedarse impresionado.
Observo que la cola está formada por muchas personas jóvenes; algunas mujeres llevan a niños de la mano; bastantes son inmigrantes. Pregunto al párroco y su relato coincide con otras informaciones: las necesidades han aumentado mucho como consecuencia del problema sanitario: muchos se han quedado sin trabajo.
En este barrio vive gente humilde, hay personas mayores y también inmigrantes. Los que tienen una pequeña pensión, aún con dificultades, pueden afrontar el día a día, pero lo tienen mucho peor los inmigrantes que están en paro y tienen que dar de comer a sus hijos, pagar el alquiler... Acuden a Cáritas para tener lo fundamental: la comida. Contamos con la ayuda del Banco de Alimentos; si no llega a ser por ellos lo tendríamos muy complicado. En la parroquia les damos lo que podemos y, además, les escuchamos; la gente tiene mucha necesidad de desahogarse, de hablar de sus problemas, necesitan que alguien les atienda.
Leo en El Diario Montañés que, como consecuencia del covid, los usuarios de Bancos de Alimentos han crecido en un 70%. En el periódico ABC entrevistan, en Sevilla, al director del comedor de San Juan de Dios: «Acuden personas que nunca se han visto en esta situación: profesionales que trabajan en la economía sumergida, camareros que encadenaban contratos por temporadas o asistentas del hogar. La gente tiende a pensar que la mayoría de los que vienen aquí son personas sin hogar o inmigrantes; el perfil ha cambiado mucho, se ha ampliado; son muchas más las personas que están en situación de necesidad».
Ante esas necesidades, un sector de la 'sociedad civil' se compromete y ayuda. Me he referido a Cáritas y otras organizaciones de la Iglesia, pero también hay asociaciones de vecinos y entidades diversas que con la fundamental colaboración de voluntarios dedican esfuerzos para paliar en alguna medida las carencias de muchas personas. Se pone de manifiesto que las ayudas públicas no son suficientes; por otra parte, la iniciativa privada suele ser más ágil, más inmediata, más próxima y mucho menos burocrática. Además, habitualmente, en estas iniciativas de carácter voluntario y solidario suele estar más presente el 'calor humano'.
A la pobreza, a las necesidades sociales, se debe responder con políticas sociales, y son las administraciones públicas quienes tienen que actuar (¿no convendría releer la Constitución?). Pero, además, todos los ciudadanos debemos comprometernos con el bienestar de nuestros semejantes. La solidaridad no puede ser una palabra hueca, debe traducirse en un compromiso activo que contribuya al desarrollo social, a la lucha contra la exclusión y a la promoción de los individuos. ¡Ayudemos a Cáritas! ¡Ayudemos al Banco de Alimentos!
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